16.LDNM
- May-Jun 2005
Arte
The Yes Men. Yo aún diría más...
Carolina del Olmo
El pasado abril, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona tuvo el acierto de invitar a uno de los colectivos de artistas más interesantes del panorama actual: los Yes Men, un grupo de personas que se dedican a suplantar a empresarios y apologetas del libre mercado para poner de relieve la perversidad de sus ideas.
En diciembre del año pasado se cumplieron veinte años de la catástrofe de Bhopal, un escape de gas en una planta química propiedad de la empresa Union Carbide (actualmente en poder de la compañía Dow Chemical) que mató a unas veinte mil personas y arruinó la vida de otro medio millón en esa ciudad de la India. Con ocasión de tan funesto aniversario, la BBC dedicó su telediario matutino a recordar los hechos. Para regocijo de algunos, estupor de otros y sorpresa de todos, Jude Finisterra, supuesto portavoz de la empresa química, anunció en directo que la firma había decidido dar un giro radical a sus planteamientos y asumía la plena responsabilidad del desastre: en primer lugar, cedía a las ya antiguas reivindicaciones de indemnizar a los habitantes de Bhopal y planeaba destinar para ello nada menos que 12.000 millones de dólares, además de todo lo que fuera necesario para regenerar los terrenos contaminados; en segundo lugar, se iba a presionar a las autoridades para que se extraditara a la India al antiguo responsable de la planta química de Bhopal, que había escapado a EE UU antes de que las autoridades indias tuvieran ocasión de juzgarlo.
Las acciones de Dow Chemical cayeron cinco puntos en la bolsa de Frankfurt. La noticia halló eco en la radio, la prensa escrita y otras cadenas de televisión, fundamentalmente en EE UU e Inglaterra. La BBC tuvo tiempo de repetir la entrevista con el simpático portavoz en otros dos telediarios antes de que llegara el escueto desmentido de la compañía química: “Esta mañana la BBC ha transmitido una declaración falsa. El individuo que realizó la declaración se identificó como Jude Finisterra, portavoz de Dow. Dow anuncia que la información que proporcionó este individuo es falsa y confirma que Jude Finisterra no es empleado ni portavoz de la compañía”.
¿Quién era ese tipo? ¿Cómo había podido engañar a la BBC? Se trataba de Andy Bichlbaum, miembro de los Yes Men, y el engaño fue bastante más fácil de fraguar de lo que cabría imaginar: hace algo más de dos años el colectivo había creado una página web, www.dowethics.com, de aspecto similar a la de la empresa química –aunque bastante más divertida–, en la que se denunciaba el rechazo de la firma a escuchar las reivindicaciones de los bhopalíes. Cuando en su página se recibió una invitación de la BBC para acudir a sus platós con ocasión del aniversario de la catástrofe no lo dudaron: ellos sí tenían algo importante que anunciar. Para evitar gastos excesivos (al cambio, la libra estaba por las nubes) en lugar de viajar a Londres, Bichlbaum y Mike Bonano se dirigieron a París y en directo, desde un estudio de la BBC de la capital francesa, le tomaron el pelo a todo el mundo. La broma les valió algunas críticas de orden moral por parte de quienes les acusaban de haber suscitado, durante unas horas, falsas esperanzas entre las víctimas del desastre. Los Yes Men contestaron diciendo que no eran precisamente ellos quienes llevaban veinte años defraudando las expectativas del pueblo bhopalí; “cualquier pregunta acerca de falsas esperanzas de justicia en Bhopal debería dirigirse a Dow Chemical, no a nosotros”.
La estrategia del éxito
Pero ahí no quedó la cosa: tras el desmentido de Dow, la página www.dowethics.com alojó otro comunicado de desmentido, en esta ocasión mucho más explícito: “A Dow Chemical ni se le pasa por la cabeza regenerar el lugar aun cuando le resultaría bastante barato hacerlo; Dow Chemical no tiene intención alguna de gastar ni un duro en indemnizaciones y opina que con los 500 dólares que se dio hace tiempo a algunos de los afectados para lavar su imagen un indio va que chuta…”
Una vez más, los Yes Men empleaban la estrategia de hacer suyo el discurso de sus enemigos para sacar a la luz todo aquello que suele callarse. De ahí les viene su nombre: se trata de decir siempre “sí”, “claro que sí”; asumir la posición del adversario y “subir el volumen de sus ideas”, tirar de la cuerda hasta el final para que se hagan visibles las perversas consecuencias de ciertas posturas que, de tan manidas, casi parecen neutrales, naturales.
El ejemplo más sonado de esta estrategia fue su proyecto OMC, recogido recientemente en el libro The Yes Men (Disinformation Press, 2004) y en la película de igual título: durante tres años, los Yes Men estuvieron suplantando a representantes de la Organización Mundial del Comercio de gira por todo el mundo: Austria, Finlandia, Australia… Todo empezó con la creación de www.gatt.org, que a primera vista tiene el mismo aspecto que la página web oficial de la OMC, la todopoderosa organización que sustituyó hace años al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, en sus siglas inglesas). Los primeros en morder el anzuelo fueron los organizadores de un seminario sobre derecho y comercio internacional de Salzburgo, Austria. Alguno de ellos tuvo la mala fortuna de hacer clic en el icono de “contactar” de la página creada por los Yes Men con la intención de invitar al Director General de la OMC. La respuesta no se hizo esperar: “Muchas gracias por su invitación pero no parece posible que el Director pueda desplazarse a Austria en las fechas indicadas. Con todo, estaremos encantados de enviarles a un sustituto”. Los Yes Men habían decidido “representar a la OMC más honestamente de lo que ellos mismos son capaces”. El Dr. Andreas Bichlbauer, alter ego de Andy Bichlbaum, pronunció su conferencia en el auditorio del Centro de Estudios de Derecho Internacional de Salzburgo en octubre de 2001.
Cuando la sátira se vuelve imposible
Si en aquella ocasión su discurso sorprendió e incluso disgustó a parte de la audiencia –sobre todo cuando arremetió contra las costumbres de los italianos y su pereza congénita–, una de las principales dificultades con la que se han topado los Yes Men ha sido la de tener que lidiar con una realidad tan esperpéntica que apenas se deja parodiar. En numerosos escenarios han tenido ocasión de comprobar con estupor cómo las barbaridades más descabelladas eran acogidas con murmullos de aprobación por una audiencia compuesta por lo más granado del mundo de los negocios. Ilegalizar la siesta, defender la trata de esclavos como un sector más del libre comercio, argumentar la necesidad de un libre mercado de votos o de un sistema de cuotas de derechos humanos –de forma que un Estado necesitado de “métodos contundentes” pudiera comprarle a otro su cuota de violaciones de los derechos de los ciudadanos–, proponer, al más puro estilo Swift, que los pobres reciclen hamburguesas ya digeridas para acabar con el hambre... Estas son algunas de las siniestras ideas que los miembros de los Yes Men, suplantando a representantes de la OMC, han expuesto en los foros más respetables sin despertar sospecha alguna; todo cuela si las ideas proceden de una organización tan respetable y si es en aras de un incremento de beneficios. De hecho, las burlas han alcanzado extremos inverosímiles, como cuando ante un auditorio repleto de empresarios del sector textil en Tampere, Finlandia, el supuesto portavoz de la OMC se despojó de su traje, revelando debajo un mono dorado con una especie de falo desplegable de casi un metro de longitud, equipado con un monitor para controlar a los empleados y mandos para dar descargas a distancia a los trabajadores más remolones. Anunciado como la vestimenta para el jefe del futuro, parece que el invento fue acogido con considerable satisfacción. Según declaran los Yes Men, sólo un traje arrugado podría hacer salir de su sopor asertivo a los adeptos al neoliberalismo que suelen componer su público.
Pero, ¿cómo es que, a día de hoy, todavía no se han encontrado con ningún problema legal por algo que tiene toda la pinta de ser un delito serio? Ni siquiera ellos lo saben. Tal vez el miedo de quienes han sido blanco de sus bromas a quedar aún más en ridículo o a que se hable en la prensa de algunas de sus fechorías pesa más que sus deseos de venganza.
www.theyesmen.org
www.bhopal.org
www.dowethics.com
www.gatt.org
Las acciones de Dow Chemical cayeron cinco puntos en la bolsa de Frankfurt. La noticia halló eco en la radio, la prensa escrita y otras cadenas de televisión, fundamentalmente en EE UU e Inglaterra. La BBC tuvo tiempo de repetir la entrevista con el simpático portavoz en otros dos telediarios antes de que llegara el escueto desmentido de la compañía química: “Esta mañana la BBC ha transmitido una declaración falsa. El individuo que realizó la declaración se identificó como Jude Finisterra, portavoz de Dow. Dow anuncia que la información que proporcionó este individuo es falsa y confirma que Jude Finisterra no es empleado ni portavoz de la compañía”.
¿Quién era ese tipo? ¿Cómo había podido engañar a la BBC? Se trataba de Andy Bichlbaum, miembro de los Yes Men, y el engaño fue bastante más fácil de fraguar de lo que cabría imaginar: hace algo más de dos años el colectivo había creado una página web, www.dowethics.com, de aspecto similar a la de la empresa química –aunque bastante más divertida–, en la que se denunciaba el rechazo de la firma a escuchar las reivindicaciones de los bhopalíes. Cuando en su página se recibió una invitación de la BBC para acudir a sus platós con ocasión del aniversario de la catástrofe no lo dudaron: ellos sí tenían algo importante que anunciar. Para evitar gastos excesivos (al cambio, la libra estaba por las nubes) en lugar de viajar a Londres, Bichlbaum y Mike Bonano se dirigieron a París y en directo, desde un estudio de la BBC de la capital francesa, le tomaron el pelo a todo el mundo. La broma les valió algunas críticas de orden moral por parte de quienes les acusaban de haber suscitado, durante unas horas, falsas esperanzas entre las víctimas del desastre. Los Yes Men contestaron diciendo que no eran precisamente ellos quienes llevaban veinte años defraudando las expectativas del pueblo bhopalí; “cualquier pregunta acerca de falsas esperanzas de justicia en Bhopal debería dirigirse a Dow Chemical, no a nosotros”.
La estrategia del éxito
Pero ahí no quedó la cosa: tras el desmentido de Dow, la página www.dowethics.com alojó otro comunicado de desmentido, en esta ocasión mucho más explícito: “A Dow Chemical ni se le pasa por la cabeza regenerar el lugar aun cuando le resultaría bastante barato hacerlo; Dow Chemical no tiene intención alguna de gastar ni un duro en indemnizaciones y opina que con los 500 dólares que se dio hace tiempo a algunos de los afectados para lavar su imagen un indio va que chuta…”
Una vez más, los Yes Men empleaban la estrategia de hacer suyo el discurso de sus enemigos para sacar a la luz todo aquello que suele callarse. De ahí les viene su nombre: se trata de decir siempre “sí”, “claro que sí”; asumir la posición del adversario y “subir el volumen de sus ideas”, tirar de la cuerda hasta el final para que se hagan visibles las perversas consecuencias de ciertas posturas que, de tan manidas, casi parecen neutrales, naturales.
El ejemplo más sonado de esta estrategia fue su proyecto OMC, recogido recientemente en el libro The Yes Men (Disinformation Press, 2004) y en la película de igual título: durante tres años, los Yes Men estuvieron suplantando a representantes de la Organización Mundial del Comercio de gira por todo el mundo: Austria, Finlandia, Australia… Todo empezó con la creación de www.gatt.org, que a primera vista tiene el mismo aspecto que la página web oficial de la OMC, la todopoderosa organización que sustituyó hace años al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, en sus siglas inglesas). Los primeros en morder el anzuelo fueron los organizadores de un seminario sobre derecho y comercio internacional de Salzburgo, Austria. Alguno de ellos tuvo la mala fortuna de hacer clic en el icono de “contactar” de la página creada por los Yes Men con la intención de invitar al Director General de la OMC. La respuesta no se hizo esperar: “Muchas gracias por su invitación pero no parece posible que el Director pueda desplazarse a Austria en las fechas indicadas. Con todo, estaremos encantados de enviarles a un sustituto”. Los Yes Men habían decidido “representar a la OMC más honestamente de lo que ellos mismos son capaces”. El Dr. Andreas Bichlbauer, alter ego de Andy Bichlbaum, pronunció su conferencia en el auditorio del Centro de Estudios de Derecho Internacional de Salzburgo en octubre de 2001.
Cuando la sátira se vuelve imposible
Si en aquella ocasión su discurso sorprendió e incluso disgustó a parte de la audiencia –sobre todo cuando arremetió contra las costumbres de los italianos y su pereza congénita–, una de las principales dificultades con la que se han topado los Yes Men ha sido la de tener que lidiar con una realidad tan esperpéntica que apenas se deja parodiar. En numerosos escenarios han tenido ocasión de comprobar con estupor cómo las barbaridades más descabelladas eran acogidas con murmullos de aprobación por una audiencia compuesta por lo más granado del mundo de los negocios. Ilegalizar la siesta, defender la trata de esclavos como un sector más del libre comercio, argumentar la necesidad de un libre mercado de votos o de un sistema de cuotas de derechos humanos –de forma que un Estado necesitado de “métodos contundentes” pudiera comprarle a otro su cuota de violaciones de los derechos de los ciudadanos–, proponer, al más puro estilo Swift, que los pobres reciclen hamburguesas ya digeridas para acabar con el hambre... Estas son algunas de las siniestras ideas que los miembros de los Yes Men, suplantando a representantes de la OMC, han expuesto en los foros más respetables sin despertar sospecha alguna; todo cuela si las ideas proceden de una organización tan respetable y si es en aras de un incremento de beneficios. De hecho, las burlas han alcanzado extremos inverosímiles, como cuando ante un auditorio repleto de empresarios del sector textil en Tampere, Finlandia, el supuesto portavoz de la OMC se despojó de su traje, revelando debajo un mono dorado con una especie de falo desplegable de casi un metro de longitud, equipado con un monitor para controlar a los empleados y mandos para dar descargas a distancia a los trabajadores más remolones. Anunciado como la vestimenta para el jefe del futuro, parece que el invento fue acogido con considerable satisfacción. Según declaran los Yes Men, sólo un traje arrugado podría hacer salir de su sopor asertivo a los adeptos al neoliberalismo que suelen componer su público.
Pero, ¿cómo es que, a día de hoy, todavía no se han encontrado con ningún problema legal por algo que tiene toda la pinta de ser un delito serio? Ni siquiera ellos lo saben. Tal vez el miedo de quienes han sido blanco de sus bromas a quedar aún más en ridículo o a que se hable en la prensa de algunas de sus fechorías pesa más que sus deseos de venganza.
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