17.LDNM
- Jul-Ago 2005
Actualidad
Pink and Silver Block. Nuevos colores para la protesta
Ángel Luis Lara
Nuevas formas de acción colectiva han surgido al calor de las grandes protestas de los útimos años. El Pink and Silver Block es una de ellas. Los ingredientes de su propuesta se extienden ya por algunas ciudades de Europa y América: música, espíritu de carnaval y grandes dosis de creatividad para incordiar a los poderosos y abrir la acción directa a la participación de todos.
En septiembre de 2001 las redes europeas de resistencia a la globalización neoliberal se trasladan a la ciudad de Praga para tratar de impedir la celebración de una reunión del G-8, el órgano que agrupa a los ocho estados más poderosos del planeta. Durante horas, miles de activistas llegados desde todos los rincones de Europa se enfrentan a la policía. Tienen un objetivo concreto: penetrar en la zona de seguridad que rodea la reunión de altos mandatarios y provocar su suspensión. Entre ellos, destaca un numeroso grupo de activistas que le pone ritmo a la protesta. Provistos de todo tipo de instrumentos de percusión, recorren los diferentes puntos calientes y agitan el conflicto. Finalmente, serán ellos los que consigan burlar todas las medidas de seguridad en torno al G-8. Ha nacido el Pink and Silver Block, un espacio político que hace de la música y el baile sus herramientas más eficaces.
En realidad, el origen del movimiento se remonta al año 2000, cuando en Londres aparece Rhythms of Resistance, un grupo de activistas que pone la batucada al servicio de la acción directa y que proviene del mítico colectivo Reclaim the Streets que desde 1995 se ha movilizado a través de la fiesta por la defensa de los espacios públicos en la ciudad. "Rhythms of Resistance es un medio para envolver el mensaje político con la música y hacer de lo lúdico un mecanismo para burlar la represión que acompaña las movilizaciones de los colectivos sociales más radicales de la capital británica", nos dicen. Pequeños grupos de activistas provistos de instrumentos de percusión resultan más útiles para la acción directa. Los grandes camiones y equipos de sonido que Reclaim the Streets venía utilizando en las numerosas parades y ocupaciones que protagonizaba no resultaban operativos a la hora de encarar la actuación de la policía.
La Infernal Noise Brigade, creada durante las protestas contra la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle en 1999, resulta una referencia básica para el movimiento. Durante las movilizaciones en la ciudad norteamericana este colectivo puso la banda sonora a los enfrentamientos entre policías y manifestantes. En los momentos de máxima tensión funcionaron como elemento organizativo y de agregación. Inspirados por las típicas bandas de tambores y cornetas de las high schools, usan una mezcla de ritmos norteafricanos, elementos de fanfarria balcánica y de breakbeat para jugar con la representación de la violencia.
En los últimos años, el Pink and Silver Block se ha extendido por Europa. Ciudades como París, Turín, Amsterdam, Berlín, Shefield, Gante, Maastricht o Colonia cuentan con colectivos que forman parte de la red tejida en torno a la experiencia londinense de Rhythms of Resistance. El eco ha llegado incluso al otro lado del Atlántico: en EE UU y México existen también sucursales del movimiento.
"Se trata más de un espacio nómada e informal que de un grupo constituido. Es una estrategia que utiliza la música y el cuerpo para atravesar el conflicto y alterar los códigos habituales de su desarrollo. Todo el mundo puede participar de ella", nos cuenta una activista que forma parte de Sanvamos!, un colectivo de batucada integrado en VAMOS (Vive l'Action pour la Mondialisation de Solidarité), una iniciativa parisina de intervención en torno a la desobediencia civil. "Que la samba y la batucada sean precisamente los ritmos elegidos no es casual. Su origen se remonta a las luchas de los esclavos en la ciudad brasileña de Salvador de Bahía. La fiesta y el baile eran instrumentos para disfrazar y extender la resistencia", añade.
La filosofía del carnaval ocupa un lugar importante en la propuesta del Pink and Silver Block. La importancia que le conceden a la lógica carnavalesca va más allá de su naturaleza eminentemente festiva. El carnaval ha sido históricamente una forma de expresión directa y colectiva alejada de las formas de representación política habituales. "Carnaval significa poner en circulación desde abajo signos, comportamientos y mensajes críticos sin que una autoridad externa y trascendente pueda decidir por la gente", apunta un activista italiano. La obsesión del movimiento por experimentar nuevas formas de acción política, más democráticas y participadas, hacen del carnaval un referente obligado.
La denominación Pink and Silver Block tiene su origen en los colores con los que se visten sus miembros en las manifestaciones en las que participan. Usan el rosa para distinguirse de otras formas de practicar la protesta, sin por ello dar lugar a un bloque cerrado: "La gente puede entrar y salir cuando quiere, también aquellos que optan por los disturbios. No se trata de una postura pacifista, sino de una estrategia abierta de acción que sirve para motivar a los manifestantes, deconstruir los códigos tradicionales de entender el conflicto, así como para calmar los ánimos y descolocar a la policía en caso de enfrentamiento. La música y la fiesta son un medio para atraer a la gente y hacer de la protesta una experiencia habitable para todos", apuntan desde París.
www.rhythmsofresistance.co.uk
www.intergalactique.lautre.net
www.infernalnoise.org
En realidad, el origen del movimiento se remonta al año 2000, cuando en Londres aparece Rhythms of Resistance, un grupo de activistas que pone la batucada al servicio de la acción directa y que proviene del mítico colectivo Reclaim the Streets que desde 1995 se ha movilizado a través de la fiesta por la defensa de los espacios públicos en la ciudad. "Rhythms of Resistance es un medio para envolver el mensaje político con la música y hacer de lo lúdico un mecanismo para burlar la represión que acompaña las movilizaciones de los colectivos sociales más radicales de la capital británica", nos dicen. Pequeños grupos de activistas provistos de instrumentos de percusión resultan más útiles para la acción directa. Los grandes camiones y equipos de sonido que Reclaim the Streets venía utilizando en las numerosas parades y ocupaciones que protagonizaba no resultaban operativos a la hora de encarar la actuación de la policía.
La Infernal Noise Brigade, creada durante las protestas contra la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle en 1999, resulta una referencia básica para el movimiento. Durante las movilizaciones en la ciudad norteamericana este colectivo puso la banda sonora a los enfrentamientos entre policías y manifestantes. En los momentos de máxima tensión funcionaron como elemento organizativo y de agregación. Inspirados por las típicas bandas de tambores y cornetas de las high schools, usan una mezcla de ritmos norteafricanos, elementos de fanfarria balcánica y de breakbeat para jugar con la representación de la violencia.
En los últimos años, el Pink and Silver Block se ha extendido por Europa. Ciudades como París, Turín, Amsterdam, Berlín, Shefield, Gante, Maastricht o Colonia cuentan con colectivos que forman parte de la red tejida en torno a la experiencia londinense de Rhythms of Resistance. El eco ha llegado incluso al otro lado del Atlántico: en EE UU y México existen también sucursales del movimiento.
"Se trata más de un espacio nómada e informal que de un grupo constituido. Es una estrategia que utiliza la música y el cuerpo para atravesar el conflicto y alterar los códigos habituales de su desarrollo. Todo el mundo puede participar de ella", nos cuenta una activista que forma parte de Sanvamos!, un colectivo de batucada integrado en VAMOS (Vive l'Action pour la Mondialisation de Solidarité), una iniciativa parisina de intervención en torno a la desobediencia civil. "Que la samba y la batucada sean precisamente los ritmos elegidos no es casual. Su origen se remonta a las luchas de los esclavos en la ciudad brasileña de Salvador de Bahía. La fiesta y el baile eran instrumentos para disfrazar y extender la resistencia", añade.
La filosofía del carnaval ocupa un lugar importante en la propuesta del Pink and Silver Block. La importancia que le conceden a la lógica carnavalesca va más allá de su naturaleza eminentemente festiva. El carnaval ha sido históricamente una forma de expresión directa y colectiva alejada de las formas de representación política habituales. "Carnaval significa poner en circulación desde abajo signos, comportamientos y mensajes críticos sin que una autoridad externa y trascendente pueda decidir por la gente", apunta un activista italiano. La obsesión del movimiento por experimentar nuevas formas de acción política, más democráticas y participadas, hacen del carnaval un referente obligado.
La denominación Pink and Silver Block tiene su origen en los colores con los que se visten sus miembros en las manifestaciones en las que participan. Usan el rosa para distinguirse de otras formas de practicar la protesta, sin por ello dar lugar a un bloque cerrado: "La gente puede entrar y salir cuando quiere, también aquellos que optan por los disturbios. No se trata de una postura pacifista, sino de una estrategia abierta de acción que sirve para motivar a los manifestantes, deconstruir los códigos tradicionales de entender el conflicto, así como para calmar los ánimos y descolocar a la policía en caso de enfrentamiento. La música y la fiesta son un medio para atraer a la gente y hacer de la protesta una experiencia habitable para todos", apuntan desde París.
www.rhythmsofresistance.co.uk
www.intergalactique.lautre.net
www.infernalnoise.org
Sambadarua
la escuela del ritmo rebelde
la escuela del ritmo rebelde
En septiembre de 2001 nació en el pueblo madrileño de Majadahonda Sambadarua, un colectivo que funciona a modo de escuela de percusión y de rebeldía. La mezcla de música, acción y compromiso social es su seña de identidad más importante. "Juntando esos tres elementos hemos dado con la fórmula mágica de nuestra alquimia: convertimos la música en un proyecto colectivo con una clara dimensión política y ciudadana. Tenemos claro que la música no es un fin en sí mismo, sino que, sobre todo, es una herramienta que nos permite dar salida a un montón de inquietudes", nos señala uno de sus miembros.
"Sambadarua constituye la primera experiencia de trabajo colectivo en un proyecto social para muchos de nosotros", nos dicen. Con una edad media de veinticinco años y sin subvención de ningún tipo, sus más de cincuenta miembros estables dan cuerpo a una escuela que ha llegado a contar con más de cien alumnos y a una experiencia de autogestión de la creación musical que pone su ritmo al servicio de los movimientos sociales más contestatarios de Madrid (centros sociales ocupados, asambleas y redes vecinales, colectivos de jóvenes, etc.).
Para el colectivo madrileño, la aparición de experiencias de organización política a través de la música, así como la visibilidad que éstas han tenido en algunas de las citas más significativas de la protesta global en los últimos años, tienen una importancia considerable: "La irrupción de tambores, pelucas, globos y serpentinas en las manifestaciones más 'duras' constituye un cambio de paradigma fundamental: la testosterona se sustituye por el disfrute, la agresividad deja paso a la emotividad, el mito del activista (varón) que arriesga su integridad deja paso a la idea de una multitud plural que disfruta y se protege, el enfrentamiento frontal con las fuerzas del orden se sustituye por acciones sorpresivas e imaginativas que descolocan y alteran los esquemas clásicos, dificultando las dinámicas represivas".
Para el colectivo madrileño, la aparición de experiencias de organización política a través de la música, así como la visibilidad que éstas han tenido en algunas de las citas más significativas de la protesta global en los últimos años, tienen una importancia considerable: "La irrupción de tambores, pelucas, globos y serpentinas en las manifestaciones más 'duras' constituye un cambio de paradigma fundamental: la testosterona se sustituye por el disfrute, la agresividad deja paso a la emotividad, el mito del activista (varón) que arriesga su integridad deja paso a la idea de una multitud plural que disfruta y se protege, el enfrentamiento frontal con las fuerzas del orden se sustituye por acciones sorpresivas e imaginativas que descolocan y alteran los esquemas clásicos, dificultando las dinámicas represivas".
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