19.LDNM
- Nov-Dic 2005
Actualidad
Kim Stanley Robinson. Vida (inteligente) más allá del capitalismo
Isidro López
Autor de las obras más aplaudidas de la ciencia ficción reciente –como la monumental Trilogía Marciana (Marte Rojo, Marte Verde y Marte Azul) o Tiempos de arroz y sal–, el norteamericano Kim Stanley Robinson nos habla de desarrollos posibles de fenómenos que ya están sucediendo hoy, a los que llama utopías. Estas utopías plantean escenarios políticos en los que la racionalidad y la justicia pueden vencer la destructividad social y ambiental del capitalismo. LDNM ha hablado con él.
¿Se siente identificado con el término hard science fiction (ciencia ficción dura)? ¿No oculta esta expresión el lado político de su trabajo?
No me gustan los adjetivos que se añaden al término “ciencia ficción”, creo que son innecesariamente reductores y que tienden a tratar las novelas sólo como ejemplos de grupos. También reducen la audiencia potencial de una novela, la gente muchas veces piensa que tal o cuál subgénero es el que les gusta. Antes de escribir las novelas de Marte se me solía incluir dentro de la “ciencia ficción literaria”, una noción particularmente desafortunada porque tiende a excluir trabajos de escritores que son muy buenos. La difusión del término “hard science fiction” fue un intento de aislar un grupo de textos centrados en las ciencias “duras”, como la física y la ingeniería. En realidad, estos textos solían tratar acerca de imposibilidades físicas como los viajes a velocidades superiores a la de la luz, etc. Yo solía bromear diciendo que su verdadera “dureza” era la que mostraban para con los trabajadores, ya que generalmente defendían posiciones de derechas arropadas con enunciados “científicos” objetivos. Por esta razón, clasificar mis libros de Marte dentro de esta categoría empaña su sentido político. Además, observo una sofisticación creciente en el terreno de la crítica de la ciencia ficción, que tiende a despachar los libros utilizando estas categorías generales. En estos tiempos ya es suficientemente difícil decidir qué es y qué no es ciencia ficción; vivimos en una novela de ciencia ficción que escribimos colectivamente y a la que llamamos historia, así que esta falsa dicotomía ha quedado completamente desplazada.
En sus obras se señala un paralelismo entre el desarrollo tecnocientífico y el espectro de las posiciones políticas. ¿Qué tipo de relaciones existen entre la política y la tecnología y el medio ambiente?
Se ha dicho que algunas tecnologías, como la energía nuclear, fomentan el poder de los grandes estados centralizados, mientras que otras, como los paneles solares, podrían dar más poder al pueblo ya que no están controladas por las grandes empresas multinacionales. Esta distinción no me convence. Me parece que es una cuestión de propiedad; si la producción de energía estuviera controlada públicamente podría gestionarse como un servicio público sin ánimo de lucro. En ese caso, el tipo de tecnología efectiva no sería el factor crucial, salvo por lo que toca a cuestiones de contaminación y seguridad. Es cierto que en el capitalismo tardío las tecnologías en las que se está invirtiendo son aquellas que más rápida y seguramente producen beneficios para las grandes empresas, no hay duda de que sería preferible desarrollar las tecnologías que protegen mejor el medio ambiente y crean una cultura humana sostenible. Lo fundamental es tener conciencia de que el medio ambiente no es una opción; la economía capitalista lo trata como un simple recurso cuando en realidad es nuestro cuerpo. Vivimos en un sistema económico incapaz de distinguir lo que es realmente importante, en un falso sistema. Si viviéramos bajo el gobierno de los astrólogos no habría demasiada diferencia.
Su Trilogía Marciana (Minotauro, 1996, 1997 y 1998) demuestra que las características estilísticas de la ciencia ficción permiten análisis prospectivos sobre los fenómenos socioeconómicos y medioambientales de larga duración que resultan más versátiles que los estrictamente “científicos”. ¿Se debe esta versatilidad a las posibilidades reflexivas que abren los personajes?
Sí, es importante intentar enfocar estos temas en términos humanos a través de historias individuales de personajes con los que nos podemos sentir familiarizados. También es muy importante intentar comprender el momento en el que estamos y los planes que hacemos para el futuro. Son dos aspectos determinantes a la hora de desarrollar escenarios, son experimentos mentales en los que intentamos adelantar lo que sucedería si hiciéramos una cosa u otra. Esta es la actividad intelectual propia de la ciencia ficción y, además, y es muy importante que así sea, puede ser una forma de arte muy entretenida. Siempre hemos utilizado las novelas para comprender nuestras vidas, la ciencia ficción expande este marco histórico de comprensión y lo prolonga hacia el futuro. Dada la velocidad del cambio histórico podemos decir que la ciencia ficción es el nuevo realismo y constituye el intento literario más adecuado de describir cómo sentimos la realidad ahora mismo. Se podría comparar con el realismo mágico que surgió en América Latina y que no era tan sólo una moda literaria, sino una manera de retratar la forma de sentir y de interpretar la realidad en Latinoamérica. La ciencia ficción hace lo mismo en los países desarrollados y, gracias a la globalización, cada vez más en el resto del mundo.
¿Qué le hizo cambiar la Antártida por Marte?
En realidad fue al revés. Yo había contemplado la posibilidad de escribir una novela sobre Marte. Cuando la comencé, mi investigación me indicó que la Antártida era la parte de la tierra más semejante a Marte. La US National Science Foundation tiene un programa para mandar a artistas y escritores a sus bases en la Antártida. Yo quería utilizar esta investigación para mis novelas de Marte, pero me dijeron que el trabajo resultante tenía que tratar específicamente sobre la Antártida. Me enviaron dos meses cuando había terminado con las novelas de Marte y entonces escribí la novela Antártida.
Se han establecido muchos paralelismos entre la novela de Ursula K. Le Guin Los desposeídos (1974) y su Trilogía Marciana como representaciones de un futuro poscapitalista. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre su trabajo y el de Le Guin?
La obra de Le Guin ha inspirado a toda una generación de escritores de ciencia ficción progresista, incluyéndome a mí. En concreto, Los desposeídos combinaba la novela con la utopía clásica, creando una nueva forma –la novela utópica–, que antes sólo se había logrado parcialmente. Lo que nos enseñó es que la historia del nacimiento, la consolidación y el desarrollo de una sociedad utópica es muy interesante como tema novelístico. En mis libros de Marte he intentado hacer algo así pero situándolo en el futuro cercano y en el planeta de al lado. Estas son las afinidades, que incluyen además la presencia en ambas novelas de un planeta desierto. Las diferencias son aspectos particulares de la trama, el método y la política. No es que yo esté en desacuerdo con Le Guin, pero su novela trata específicamente de una utopía anarquista, mientras que la mía intenta representar un futuro político mixto más difícil de caracterizar y que incluye elementos del cooperativismo al estilo Mondragón o de la insistencia socialista en el control público de los bienes comunes.
En Tiempos de arroz y sal (Minotauro, 2004) usted defiende la universalidad de la ciencia recordando la presencia de elementos precientíficos en culturas no europeas. ¿Cree que la noción de cultura que ha triunfado con el postmodernismo –es decir, la cultura como reducto de una especificidad que la ciencia amenaza con su homogeneización– es una visión eurocéntrica?
La ciencia es un tipo de cultura. Las civilizaciones no europeas tenían todos los elementos de la ciencia temprana que vemos en la Europa medieval. Si quitamos Europa de la ecuación, como yo hice en Tiempos de arroz y sal, la pregunta no es ¿aparecerá la ciencia?, sino ¿cuándo y cómo aparecerá la ciencia moderna? Esta es la conclusión que saqué de mis lecturas históricas, e intenté articularla a través de una historia que imaginaba el punto en el que las investigaciones de los primeros científicos islámicos, chinos o indios se intensificaban, incrementaban su rigor experimental o utilizaban un mayor aparato matemático. Las urgencias prácticas subyacentes –hacer la vida más fácil, producir más comida o hacer mejores armas– hubieran sido las mismas y la inteligencia humana es la misma en todas partes. También se hubiese necesitado una base industrial temprana, pero en todas estas civilizaciones tanto los trabajadores del metal como otros artesanos estaban intentando mejorar sus productos muy activamente. Lo que estoy intentando decir es que la ciencia tal y como se practica en nuestro mundo ahora, es una proto-política utópica que no es todavía consciente de sí misma como discurso político. Es necesario que la ciencia incremente su participación en las decisiones que pueden ayudar a crear una sociedad justa y sostenible. Este tipo de sociedad tendrá que ser científica, porque es el método más poderoso que tenemos para comprender y manipular la naturaleza y establecer hechos verdaderos para todos.
¿Ve usted algún elemento interesante en el cyberpunk o es un simple reflejo de la ideología del libre mercado en el capitalismo tardío?
No me ha gustado nunca el cyberpunk porque es muy derrotista en términos políticos. Lo que nos cuentan es que el futuro será una pesadilla controlada por las grandes corporaciones y no puedes hacer nada al respecto excepto convertirte en un egoísta e intentar maximizar lo que consigues en tu “esquina de la calle”, concebida como un escenario de cine negro. Esto tiene mucho de pose y, en cualquier caso, no propone soluciones a través de la acción política. Mi concepción de la ciencia ficción es más utópica y más realista. No vivimos en el escenario de una política de ciencia ficción y el futuro va a ser mucho más variado e interesante de lo que el cyberpunk nos muestra. Lo mejor que se puede decir del cyberpunk es que nos enseña cómo se vivía en algunas partes de Estados Unidos en los años ochenta.
¿Qué nos puede decir de Señales de lluvia (Minotauro, 2005) y la trilogía del futuro cercano que está escribiendo? ¿De qué manera depende la lucha por una sociedad más justa y racional de este acercamiento al “futuro cercano”?
Lo que estoy intentando hacer es escribir la historia de un futuro posible en el que el daño medioambiental causado por el calentamiento global se confirma (ya hemos puesto estos acontecimientos en marcha, como estamos viendo por todas partes) y el mundo intenta reaccionar cambiando rápidamente su base tecnológica. El cambio de la base tecnológica requiere un cambio en la cultura política, haciéndola más cercana a la gente y menos dependiente de los intereses egoístas de unos pocos. Esto significaría ir más allá del capitalismo tal y como lo conocemos. A lo que me refiero es a que el daño que ha hecho el capitalismo al medioambiente es tan severo que tendremos que alterarlo si queremos ir hacia un modelo de sociedad más racional y justo. El calentamiento global puede forzarnos a hacer cosas buenas. Esta es claramente una novela utópica (de nuevo) pero he intentado hacerla lo más realista posible, sin distancia entre el presente y la era de las soluciones. Obviamente, es una de las muchas historias de nuestro futuro que son posibles, para nada es inevitable. Creo que tenemos que imaginar estos futuros y trabajar para conseguirlos. Por supuesto que este tipo de trabajo nos llevará a todo tipo de efectos cómicos quijotescos (comedia negra, farsa y sátira, además de la comedia clásica de las buenas intenciones que descarrían y, por último, el matrimonio y los niños felices, como en las comedias de Shakespeare) que son un aliciente para el novelista y espero que para los lectores también.
No me gustan los adjetivos que se añaden al término “ciencia ficción”, creo que son innecesariamente reductores y que tienden a tratar las novelas sólo como ejemplos de grupos. También reducen la audiencia potencial de una novela, la gente muchas veces piensa que tal o cuál subgénero es el que les gusta. Antes de escribir las novelas de Marte se me solía incluir dentro de la “ciencia ficción literaria”, una noción particularmente desafortunada porque tiende a excluir trabajos de escritores que son muy buenos. La difusión del término “hard science fiction” fue un intento de aislar un grupo de textos centrados en las ciencias “duras”, como la física y la ingeniería. En realidad, estos textos solían tratar acerca de imposibilidades físicas como los viajes a velocidades superiores a la de la luz, etc. Yo solía bromear diciendo que su verdadera “dureza” era la que mostraban para con los trabajadores, ya que generalmente defendían posiciones de derechas arropadas con enunciados “científicos” objetivos. Por esta razón, clasificar mis libros de Marte dentro de esta categoría empaña su sentido político. Además, observo una sofisticación creciente en el terreno de la crítica de la ciencia ficción, que tiende a despachar los libros utilizando estas categorías generales. En estos tiempos ya es suficientemente difícil decidir qué es y qué no es ciencia ficción; vivimos en una novela de ciencia ficción que escribimos colectivamente y a la que llamamos historia, así que esta falsa dicotomía ha quedado completamente desplazada.
En sus obras se señala un paralelismo entre el desarrollo tecnocientífico y el espectro de las posiciones políticas. ¿Qué tipo de relaciones existen entre la política y la tecnología y el medio ambiente?
Se ha dicho que algunas tecnologías, como la energía nuclear, fomentan el poder de los grandes estados centralizados, mientras que otras, como los paneles solares, podrían dar más poder al pueblo ya que no están controladas por las grandes empresas multinacionales. Esta distinción no me convence. Me parece que es una cuestión de propiedad; si la producción de energía estuviera controlada públicamente podría gestionarse como un servicio público sin ánimo de lucro. En ese caso, el tipo de tecnología efectiva no sería el factor crucial, salvo por lo que toca a cuestiones de contaminación y seguridad. Es cierto que en el capitalismo tardío las tecnologías en las que se está invirtiendo son aquellas que más rápida y seguramente producen beneficios para las grandes empresas, no hay duda de que sería preferible desarrollar las tecnologías que protegen mejor el medio ambiente y crean una cultura humana sostenible. Lo fundamental es tener conciencia de que el medio ambiente no es una opción; la economía capitalista lo trata como un simple recurso cuando en realidad es nuestro cuerpo. Vivimos en un sistema económico incapaz de distinguir lo que es realmente importante, en un falso sistema. Si viviéramos bajo el gobierno de los astrólogos no habría demasiada diferencia.
Su Trilogía Marciana (Minotauro, 1996, 1997 y 1998) demuestra que las características estilísticas de la ciencia ficción permiten análisis prospectivos sobre los fenómenos socioeconómicos y medioambientales de larga duración que resultan más versátiles que los estrictamente “científicos”. ¿Se debe esta versatilidad a las posibilidades reflexivas que abren los personajes?
Sí, es importante intentar enfocar estos temas en términos humanos a través de historias individuales de personajes con los que nos podemos sentir familiarizados. También es muy importante intentar comprender el momento en el que estamos y los planes que hacemos para el futuro. Son dos aspectos determinantes a la hora de desarrollar escenarios, son experimentos mentales en los que intentamos adelantar lo que sucedería si hiciéramos una cosa u otra. Esta es la actividad intelectual propia de la ciencia ficción y, además, y es muy importante que así sea, puede ser una forma de arte muy entretenida. Siempre hemos utilizado las novelas para comprender nuestras vidas, la ciencia ficción expande este marco histórico de comprensión y lo prolonga hacia el futuro. Dada la velocidad del cambio histórico podemos decir que la ciencia ficción es el nuevo realismo y constituye el intento literario más adecuado de describir cómo sentimos la realidad ahora mismo. Se podría comparar con el realismo mágico que surgió en América Latina y que no era tan sólo una moda literaria, sino una manera de retratar la forma de sentir y de interpretar la realidad en Latinoamérica. La ciencia ficción hace lo mismo en los países desarrollados y, gracias a la globalización, cada vez más en el resto del mundo.
¿Qué le hizo cambiar la Antártida por Marte?
En realidad fue al revés. Yo había contemplado la posibilidad de escribir una novela sobre Marte. Cuando la comencé, mi investigación me indicó que la Antártida era la parte de la tierra más semejante a Marte. La US National Science Foundation tiene un programa para mandar a artistas y escritores a sus bases en la Antártida. Yo quería utilizar esta investigación para mis novelas de Marte, pero me dijeron que el trabajo resultante tenía que tratar específicamente sobre la Antártida. Me enviaron dos meses cuando había terminado con las novelas de Marte y entonces escribí la novela Antártida.
Se han establecido muchos paralelismos entre la novela de Ursula K. Le Guin Los desposeídos (1974) y su Trilogía Marciana como representaciones de un futuro poscapitalista. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre su trabajo y el de Le Guin?
La obra de Le Guin ha inspirado a toda una generación de escritores de ciencia ficción progresista, incluyéndome a mí. En concreto, Los desposeídos combinaba la novela con la utopía clásica, creando una nueva forma –la novela utópica–, que antes sólo se había logrado parcialmente. Lo que nos enseñó es que la historia del nacimiento, la consolidación y el desarrollo de una sociedad utópica es muy interesante como tema novelístico. En mis libros de Marte he intentado hacer algo así pero situándolo en el futuro cercano y en el planeta de al lado. Estas son las afinidades, que incluyen además la presencia en ambas novelas de un planeta desierto. Las diferencias son aspectos particulares de la trama, el método y la política. No es que yo esté en desacuerdo con Le Guin, pero su novela trata específicamente de una utopía anarquista, mientras que la mía intenta representar un futuro político mixto más difícil de caracterizar y que incluye elementos del cooperativismo al estilo Mondragón o de la insistencia socialista en el control público de los bienes comunes.
En Tiempos de arroz y sal (Minotauro, 2004) usted defiende la universalidad de la ciencia recordando la presencia de elementos precientíficos en culturas no europeas. ¿Cree que la noción de cultura que ha triunfado con el postmodernismo –es decir, la cultura como reducto de una especificidad que la ciencia amenaza con su homogeneización– es una visión eurocéntrica?
La ciencia es un tipo de cultura. Las civilizaciones no europeas tenían todos los elementos de la ciencia temprana que vemos en la Europa medieval. Si quitamos Europa de la ecuación, como yo hice en Tiempos de arroz y sal, la pregunta no es ¿aparecerá la ciencia?, sino ¿cuándo y cómo aparecerá la ciencia moderna? Esta es la conclusión que saqué de mis lecturas históricas, e intenté articularla a través de una historia que imaginaba el punto en el que las investigaciones de los primeros científicos islámicos, chinos o indios se intensificaban, incrementaban su rigor experimental o utilizaban un mayor aparato matemático. Las urgencias prácticas subyacentes –hacer la vida más fácil, producir más comida o hacer mejores armas– hubieran sido las mismas y la inteligencia humana es la misma en todas partes. También se hubiese necesitado una base industrial temprana, pero en todas estas civilizaciones tanto los trabajadores del metal como otros artesanos estaban intentando mejorar sus productos muy activamente. Lo que estoy intentando decir es que la ciencia tal y como se practica en nuestro mundo ahora, es una proto-política utópica que no es todavía consciente de sí misma como discurso político. Es necesario que la ciencia incremente su participación en las decisiones que pueden ayudar a crear una sociedad justa y sostenible. Este tipo de sociedad tendrá que ser científica, porque es el método más poderoso que tenemos para comprender y manipular la naturaleza y establecer hechos verdaderos para todos.
¿Ve usted algún elemento interesante en el cyberpunk o es un simple reflejo de la ideología del libre mercado en el capitalismo tardío?
No me ha gustado nunca el cyberpunk porque es muy derrotista en términos políticos. Lo que nos cuentan es que el futuro será una pesadilla controlada por las grandes corporaciones y no puedes hacer nada al respecto excepto convertirte en un egoísta e intentar maximizar lo que consigues en tu “esquina de la calle”, concebida como un escenario de cine negro. Esto tiene mucho de pose y, en cualquier caso, no propone soluciones a través de la acción política. Mi concepción de la ciencia ficción es más utópica y más realista. No vivimos en el escenario de una política de ciencia ficción y el futuro va a ser mucho más variado e interesante de lo que el cyberpunk nos muestra. Lo mejor que se puede decir del cyberpunk es que nos enseña cómo se vivía en algunas partes de Estados Unidos en los años ochenta.
¿Qué nos puede decir de Señales de lluvia (Minotauro, 2005) y la trilogía del futuro cercano que está escribiendo? ¿De qué manera depende la lucha por una sociedad más justa y racional de este acercamiento al “futuro cercano”?
Lo que estoy intentando hacer es escribir la historia de un futuro posible en el que el daño medioambiental causado por el calentamiento global se confirma (ya hemos puesto estos acontecimientos en marcha, como estamos viendo por todas partes) y el mundo intenta reaccionar cambiando rápidamente su base tecnológica. El cambio de la base tecnológica requiere un cambio en la cultura política, haciéndola más cercana a la gente y menos dependiente de los intereses egoístas de unos pocos. Esto significaría ir más allá del capitalismo tal y como lo conocemos. A lo que me refiero es a que el daño que ha hecho el capitalismo al medioambiente es tan severo que tendremos que alterarlo si queremos ir hacia un modelo de sociedad más racional y justo. El calentamiento global puede forzarnos a hacer cosas buenas. Esta es claramente una novela utópica (de nuevo) pero he intentado hacerla lo más realista posible, sin distancia entre el presente y la era de las soluciones. Obviamente, es una de las muchas historias de nuestro futuro que son posibles, para nada es inevitable. Creo que tenemos que imaginar estos futuros y trabajar para conseguirlos. Por supuesto que este tipo de trabajo nos llevará a todo tipo de efectos cómicos quijotescos (comedia negra, farsa y sátira, además de la comedia clásica de las buenas intenciones que descarrían y, por último, el matrimonio y los niños felices, como en las comedias de Shakespeare) que son un aliciente para el novelista y espero que para los lectores también.
1 comentarios a Kim Stanley Robinson. Vida (inteligente) más allá del capitalismo
1. «hola amigos yo quiero saber aserca de antartidaen vedeo ho en futos y mas alla del desierto y mas alla del antartida»
Dicho por cesar el tiger el Thu 31-05-2007 00:41 (UTC)
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