19.LDNM
- Nov-Dic 2005
Arte
Maite Camacho. La fragilidad de habitar
Carolina del Olmo
La joven artista madrileña Maite Camacho sorprendió por su fuerza y su profundo sentido social a quienes tuvimos ocasión de contemplar el proyecto Habitar en el Centro de Arte Joven de la Comunidad de Madrid (CAM). Entre otras cosas, la obra documenta la expulsión de los vecinos del Barrio de los Ángeles de Madrid para levantar Sanchinarro, uno de los nuevos desarrollos urbanísticos del norte de la capital.
¿Cómo llegaste a participar en esa exposición “institucional”? ¿Qué opinión tienes de este tipo de convocatorias públicas?
Por un lado, la participación en exposiciones públicas es muy satisfactoria; consigues una visibilidad mucho mayor a la que por lo general se tiene acceso, a veces te proporcionan muchos medios para exponer… Pero también tiene sus defectos; en seguida descubres que son circuitos muy cerrados, por los que siempre circula la misma gente y en los que hay todo tipo de favoritismos e intereses creados.
En cuanto a la convocatoria de arte joven de la CAM en la que se exhibió Habitar, al principio pensé que si presentaba lo que finalmente se acabó mostrando no iba a tener ninguna posibilidad, así que seleccioné ciertas partes de mis trabajos sobre el habitar que eran más abstractas, menos ligadas al tema del Barrio de los Ángeles. Me seleccionaron y fue después, hablando con Elena Vozmediano, comisaria de la muestra, cuando decidimos exponer lo que finalmente se pudo ver en la sala de la CAM: una obra mucho más ligada a la realidad política y social del momento. Y la verdad es que la inauguración fue de risa, con el representante de la CAM, flanqueado por una banderita de Madrid y otra de España, diciendo que ellos trabajan para defender la cultura, delante de esas fotos “acusadoras”… Además la comisaria estuvo muy cañera y le interrogó sobre la supresión de algunos premios de arte joven y otros temas “molestos”.
En tu obra Sentidos trabajas sobre un tema mucho más íntimo, más personal que en Habitar. Esa diferencia, ¿es fruto de una evolución temporal o son dos vertientes de tu trabajo?
Bueno, en realidad con Sentidos pretendía tratar de la comunicación que no es, ni mucho menos, un tema íntimo. Por lo demás, siempre he simultaneado el trabajo en un plano más macro, más social con el trabajo en un plano mínimo. En general, el tema del habitar me ocupa desde hace mucho tiempo y en él se dan cita lo máximo y lo mínimo: desde el problema actual de acceso a la vivienda o ciertos problemas concretos como el de la expulsión de los vecinos del Barrio de los Ángeles para edificar Sanchinarro, hasta cuestiones más simbólicas e iconográficas relacionadas con la fragilidad del cuerpo, las raíces y el sentimiento de ubicación y desubicación en el espacio. Así que no creo que haya ninguna contradicción entre los dos trabajos que mencionas. Y tampoco son fruto de una evolución temporal que haya discurrido desde lo personal hasta lo social.
Tu aproximación a la realidad del Barrio de los Ángeles, ¿estuvo concebida desde el comienzo como parte de un trabajo artístico o la idea de convertir aquello en arte vino después?
Bueno, yo viví en ese barrio de niña. Mis padres se marcharon de allí cuando yo tenía ocho años, pero todavía quedaba allí gente conocida, contactos. Al principio, cuando me enteré de lo que tenían proyectado y de lo que estaban haciendo con los vecinos, mi interés fue más personal. Me acerqué por allí a saber de la gente y en seguida surgió un interés por documentar la situación. Comencé a hacer fotos y a charlar con la gente y después decidí que montaría un proyecto artístico con aquel material. Al fin y al cabo, como te digo, llevaba ya mucho tiempo trabajando sobre el tema del habitar. Luego fui añadiendo otras cosas: me colé en la que había sido mi casa para rodar esa especie de performance que se proyecta en la exposición, en la que voy trazando líneas con una cera sobre las paredes agrietadas de lo que había sido el salón de mi casa, el pasillo..., de forma que las marcas de la cera se confunden con las grietas de la pared. Descubres sensaciones muy raras al visitar después de muchos años el lugar donde habitaste, ahora vacío y en ruinas. Luego entrevisté a algunas de las personas desalojadas del barrio que, claro, no entendían que quisiera usar eso para hacer arte; creían que era algún tipo de investigación sociológica. Y es curioso porque, a pesar de ser muchos de ellos gente muy mayor, no tenían ninguna gana de quedarse callados y resignarse. Tenían mucho que reivindicar.
A pesar de que no haya contradicción entre las distintas vertientes de tu obra, sí que estarás de acuerdo en que Habitar resulta mucho más político, ¿a qué crees que se debe?
Sí, está claro que este proyecto tiene una carga política y social mucho mayor que otras de mis obras. Y si es mi primera obra claramente política es porque hasta ese momento no había encontrado una forma apropiada para hacer este tipo de arte. No creo que valga con meter un contenido o un mensaje político en cualquier formato. Este año estuve en ARCO y salí asqueada con tanta utilización de la guerra y la oposición a la guerra… Salías y no podías evitar preguntarte: pero, ¿quién es el que juega con la violencia? ¿Quiénes son los que se aprovechan?
Uno de los problemas de tratar cuestiones políticas a través del arte es el de su estetización. Me da la sensación de que en tu obra has conseguido sortear ese obstáculo a la perfección.
Sí, la estetización de lo que son problemas reales es un peligro constante en el mundo del arte. De hecho, es muy posible que el propósito de evitar este riesgo determinara en buena parte ciertas características formales de mi obra: las fotos no están retocadas de luz ni de color; son fotos reales, como de fotoperiodismo. Las entrevistas están grabadas con una cámara casera, sin mayores artificios. Y no quise montar las fotos y demás objetos sobre ningún soporte especial, por mucho que me insistieran en que cómo las iba a montar sobre una madera cualquiera… A veces, en este tipo de exposiciones con medios parece que la gente diera más importancia a los soportes que a la obra en sí. También quise que la obra se explicara por sí sola, que no hiciera falta uno de esos textos que, muchas veces, son los que te hacen reconciliarte con una obra que, por sí sola, no te había dicho nada; el problema de esos trabajos es que te hacen preguntarte si realmente todo eso que el texto explica estaba de alguna forma en la obra y es problema tuyo si no has sabido “leerlo” o si más bien es una justificación a posteriori. Tampoco es que sea partidaria de que todas las obras se expliquen a sí mismas, pero en este caso me parecía imprescindible. De hecho, las partes del proyecto que presenté en un primer momento a la CAM, eran menos claras pero eran también más neutrales, más relacionadas con el tema del habitar en general; nunca habría tratado el tema concreto del desalojo de una forma esteticista, sin que quedara claro de lo que se estaba tratando, mostrando, por ejemplo, únicamente la performance de las raíces sobre las paredes en ruinas…
¿Crees que un proyecto de documentación como este tiene, por el hecho de ser arte, algún tipo de valor añadido?
Sí, creo que gana en capacidad de comunicación. Hay ocasiones en las que un enfoque diferente sobre las cosas, un enfoque en el que se mezcla lo artístico con la realidad “periodística”, puede resultar más chocante y despertar una mayor atención en la gente, mover otras sensaciones, tocar otros hilos. Además, a veces una forma menos directa de tratar los temas, que deja que cada uno piense por su cuenta, puede resultar más eficaz.
Además de tu trabajo artístico y como diseñadora gráfica, recientemente te has animado a abrir un espacio físico para mostrar arte. Háblanos de este proyecto. Hace ya años, con unos amigos, formamos un colectivo llamado Menos1 que tenía su propia web, en la que se mostraba obra de artistas de todas las disciplinas, y hace unos meses nos decidimos a dar el salto y alquilar un local de verdad en el que poder mostrar obra y organizar también otro tipo de actos culturales: desde pequeños conciertos de música más o menos experimental, hasta presentaciones de libros, proyecciones… El local se llama Espacio Menosuno y está en el barrio de Malasaña, en la calle Palma 28. La idea del local es la de ofrecer un espacio de visibilidad y acción para la gente, un espacio abierto que supere un poco los círculos cerrados y homogéneos que abundan en el panorama artístico actual, cada vez más cercano al mundo de la moda, de las fiestas… Y nuestra intención allí es la de “comisariar” lo mínimo.
www.menos1.com
espacio.menos1.com
Por un lado, la participación en exposiciones públicas es muy satisfactoria; consigues una visibilidad mucho mayor a la que por lo general se tiene acceso, a veces te proporcionan muchos medios para exponer… Pero también tiene sus defectos; en seguida descubres que son circuitos muy cerrados, por los que siempre circula la misma gente y en los que hay todo tipo de favoritismos e intereses creados.
En cuanto a la convocatoria de arte joven de la CAM en la que se exhibió Habitar, al principio pensé que si presentaba lo que finalmente se acabó mostrando no iba a tener ninguna posibilidad, así que seleccioné ciertas partes de mis trabajos sobre el habitar que eran más abstractas, menos ligadas al tema del Barrio de los Ángeles. Me seleccionaron y fue después, hablando con Elena Vozmediano, comisaria de la muestra, cuando decidimos exponer lo que finalmente se pudo ver en la sala de la CAM: una obra mucho más ligada a la realidad política y social del momento. Y la verdad es que la inauguración fue de risa, con el representante de la CAM, flanqueado por una banderita de Madrid y otra de España, diciendo que ellos trabajan para defender la cultura, delante de esas fotos “acusadoras”… Además la comisaria estuvo muy cañera y le interrogó sobre la supresión de algunos premios de arte joven y otros temas “molestos”.
En tu obra Sentidos trabajas sobre un tema mucho más íntimo, más personal que en Habitar. Esa diferencia, ¿es fruto de una evolución temporal o son dos vertientes de tu trabajo?
Bueno, en realidad con Sentidos pretendía tratar de la comunicación que no es, ni mucho menos, un tema íntimo. Por lo demás, siempre he simultaneado el trabajo en un plano más macro, más social con el trabajo en un plano mínimo. En general, el tema del habitar me ocupa desde hace mucho tiempo y en él se dan cita lo máximo y lo mínimo: desde el problema actual de acceso a la vivienda o ciertos problemas concretos como el de la expulsión de los vecinos del Barrio de los Ángeles para edificar Sanchinarro, hasta cuestiones más simbólicas e iconográficas relacionadas con la fragilidad del cuerpo, las raíces y el sentimiento de ubicación y desubicación en el espacio. Así que no creo que haya ninguna contradicción entre los dos trabajos que mencionas. Y tampoco son fruto de una evolución temporal que haya discurrido desde lo personal hasta lo social.
Tu aproximación a la realidad del Barrio de los Ángeles, ¿estuvo concebida desde el comienzo como parte de un trabajo artístico o la idea de convertir aquello en arte vino después?
Bueno, yo viví en ese barrio de niña. Mis padres se marcharon de allí cuando yo tenía ocho años, pero todavía quedaba allí gente conocida, contactos. Al principio, cuando me enteré de lo que tenían proyectado y de lo que estaban haciendo con los vecinos, mi interés fue más personal. Me acerqué por allí a saber de la gente y en seguida surgió un interés por documentar la situación. Comencé a hacer fotos y a charlar con la gente y después decidí que montaría un proyecto artístico con aquel material. Al fin y al cabo, como te digo, llevaba ya mucho tiempo trabajando sobre el tema del habitar. Luego fui añadiendo otras cosas: me colé en la que había sido mi casa para rodar esa especie de performance que se proyecta en la exposición, en la que voy trazando líneas con una cera sobre las paredes agrietadas de lo que había sido el salón de mi casa, el pasillo..., de forma que las marcas de la cera se confunden con las grietas de la pared. Descubres sensaciones muy raras al visitar después de muchos años el lugar donde habitaste, ahora vacío y en ruinas. Luego entrevisté a algunas de las personas desalojadas del barrio que, claro, no entendían que quisiera usar eso para hacer arte; creían que era algún tipo de investigación sociológica. Y es curioso porque, a pesar de ser muchos de ellos gente muy mayor, no tenían ninguna gana de quedarse callados y resignarse. Tenían mucho que reivindicar.
A pesar de que no haya contradicción entre las distintas vertientes de tu obra, sí que estarás de acuerdo en que Habitar resulta mucho más político, ¿a qué crees que se debe?
Sí, está claro que este proyecto tiene una carga política y social mucho mayor que otras de mis obras. Y si es mi primera obra claramente política es porque hasta ese momento no había encontrado una forma apropiada para hacer este tipo de arte. No creo que valga con meter un contenido o un mensaje político en cualquier formato. Este año estuve en ARCO y salí asqueada con tanta utilización de la guerra y la oposición a la guerra… Salías y no podías evitar preguntarte: pero, ¿quién es el que juega con la violencia? ¿Quiénes son los que se aprovechan?
Uno de los problemas de tratar cuestiones políticas a través del arte es el de su estetización. Me da la sensación de que en tu obra has conseguido sortear ese obstáculo a la perfección.
Sí, la estetización de lo que son problemas reales es un peligro constante en el mundo del arte. De hecho, es muy posible que el propósito de evitar este riesgo determinara en buena parte ciertas características formales de mi obra: las fotos no están retocadas de luz ni de color; son fotos reales, como de fotoperiodismo. Las entrevistas están grabadas con una cámara casera, sin mayores artificios. Y no quise montar las fotos y demás objetos sobre ningún soporte especial, por mucho que me insistieran en que cómo las iba a montar sobre una madera cualquiera… A veces, en este tipo de exposiciones con medios parece que la gente diera más importancia a los soportes que a la obra en sí. También quise que la obra se explicara por sí sola, que no hiciera falta uno de esos textos que, muchas veces, son los que te hacen reconciliarte con una obra que, por sí sola, no te había dicho nada; el problema de esos trabajos es que te hacen preguntarte si realmente todo eso que el texto explica estaba de alguna forma en la obra y es problema tuyo si no has sabido “leerlo” o si más bien es una justificación a posteriori. Tampoco es que sea partidaria de que todas las obras se expliquen a sí mismas, pero en este caso me parecía imprescindible. De hecho, las partes del proyecto que presenté en un primer momento a la CAM, eran menos claras pero eran también más neutrales, más relacionadas con el tema del habitar en general; nunca habría tratado el tema concreto del desalojo de una forma esteticista, sin que quedara claro de lo que se estaba tratando, mostrando, por ejemplo, únicamente la performance de las raíces sobre las paredes en ruinas…
¿Crees que un proyecto de documentación como este tiene, por el hecho de ser arte, algún tipo de valor añadido?
Sí, creo que gana en capacidad de comunicación. Hay ocasiones en las que un enfoque diferente sobre las cosas, un enfoque en el que se mezcla lo artístico con la realidad “periodística”, puede resultar más chocante y despertar una mayor atención en la gente, mover otras sensaciones, tocar otros hilos. Además, a veces una forma menos directa de tratar los temas, que deja que cada uno piense por su cuenta, puede resultar más eficaz.
Además de tu trabajo artístico y como diseñadora gráfica, recientemente te has animado a abrir un espacio físico para mostrar arte. Háblanos de este proyecto. Hace ya años, con unos amigos, formamos un colectivo llamado Menos1 que tenía su propia web, en la que se mostraba obra de artistas de todas las disciplinas, y hace unos meses nos decidimos a dar el salto y alquilar un local de verdad en el que poder mostrar obra y organizar también otro tipo de actos culturales: desde pequeños conciertos de música más o menos experimental, hasta presentaciones de libros, proyecciones… El local se llama Espacio Menosuno y está en el barrio de Malasaña, en la calle Palma 28. La idea del local es la de ofrecer un espacio de visibilidad y acción para la gente, un espacio abierto que supere un poco los círculos cerrados y homogéneos que abundan en el panorama artístico actual, cada vez más cercano al mundo de la moda, de las fiestas… Y nuestra intención allí es la de “comisariar” lo mínimo.
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Sanchinarro:
en el principio, fue el Corte Inglés
en el principio, fue el Corte Inglés
Algunas de las fotografías que componen Habitar, la obra de Maite Camacho, muestran el Corte Inglés de Sanchinarro emergiendo amenazador sobre las humildes casitas del Barrio de los Ángeles. En Sanchinarro se han levantado (o se está en ello) 13.500 viviendas. Desde el comienzo de la construcción y en tan solo tres años, el precio del metro cuadrado en las casas de este Proyecto de Actuación Urbanística (PAU) se ha duplicado, siguiendo una dinámica especulativa que muchos han denunciado en vano. En junio de 2005 ya estaban entregadas más de 5.000 casas, unos 10.000 habitantes, pero las primeras aulas de infantil y primaria no abrirán hasta 2006-2007 y eso si Esperanza Aguirre cumple su promesa. Tampoco hay equipamientos sanitarios, aunque a finales de año se abrirá un hospital privado. Y si apenas hay locales comerciales, Sanchinarro cuenta a cambio con su propio Corte Inglés, construido en un tiempo récord de trece meses e inaugurado en diciembre de 2003, antes de que llegaran los primeros vecinos. El resultado de esta peculiar manera de “hacer ciudad”, recuerda poderosamente a aquel surrealista eslogan de los caramelos Chimos –“un agujero rodeado de caramelo”–, ya que, más que un barrio, lo que hay allí es un “centro comercial rodeado de viviendas”, de bloques en los que se sobrevive, pero a duras penas se “habita”. Que se lo pregunten si no a los vecinos realojados del Barrio de los Ángeles, cuyo aterrizaje en las modernas viviendas de Sanchinarro debió parecerse mucho a las tribulaciones de Jacques Tati en la futurista vivienda del filme Mi tío.
Y eso que los realojados son los que han salido mejor parados, los que no desistieron y aguantaron durante años el asedio de las excavadoras en unas condiciones imposibles hasta obtener un trato mínimamente justo: una vivienda a cambio de otra vivienda. Un acuerdo que casi nunca se cumple en las operaciones de renovación urbana, que suelen dejar como saldo a un gran número de personas en la calle. A saber qué ha sido de los vecinos, en su mayoría ancianos, que cedieron engañados y se marcharon recibiendo a cambio lo que algún lince de la Administración calculó que era el valor de mercado de sus vidas.
Y eso que los realojados son los que han salido mejor parados, los que no desistieron y aguantaron durante años el asedio de las excavadoras en unas condiciones imposibles hasta obtener un trato mínimamente justo: una vivienda a cambio de otra vivienda. Un acuerdo que casi nunca se cumple en las operaciones de renovación urbana, que suelen dejar como saldo a un gran número de personas en la calle. A saber qué ha sido de los vecinos, en su mayoría ancianos, que cedieron engañados y se marcharon recibiendo a cambio lo que algún lince de la Administración calculó que era el valor de mercado de sus vidas.
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