“Cuando comenzamos Alberto y yo, nuestro espíritu era ése, desde luego: el desastre, el desfase, el poco rigor o poca profesionalidad. Quizá ese espíritu lo fuimos contagiando o imponiendo a los demás” (Guillermo Toledo). “La desorganización, la impuntualidad, el intentar entender el mundo de cada uno… digamos que, si no, no sería Animalario. Pero muchas veces me he sentido mal, con ganas de decir: no entiendo cómo coño… hostias, por qué no hay un poquito de seriedad aquí” (Encarna Breis). “Existe una armonía dentro del caos. Una mezcla de respeto e indiferencia. Cada uno con lo que pueda. A mí se me han permitido un montón de cosas que en otra compañía no habría podido ser, como no ir a ensayar, por ejemplo, porque estaba debajo de una mesa, borracho como un perro, o porque se me olvidaba, sencillamente. No creo que haya muchas compañías que puedan presumir de tener un actor que no fue a una función porque se le olvidó. Eso me parece la polla, me parece bonito, incluso” (Guillermo Toledo). “Eso es una chorrada. Es un mito estúpido. Si tu llegas una hora tarde y están esperándote para trabajar y llegas y no te sabes el texto, eso no es bueno. Lo que nos salva, en última instancia, es un trabajo de varios años, un mismo lenguaje, una complicidad que… en fin, pero… no me jodas, hombre” (Javier Gutiérrez). “Yo creo que en gran parte por eso ha tirado pa’lante la compañía. El afecto y el compañerismo, dentro de un egoísmo brutal. Un equilibrio raro que ha habido siempre y que sigue habiendo entre el amor y la falta de respeto, porque hemos faltado mucho al respeto, pero luego también nos hemos apoyado. Hemos mantenido un equilibrio muy frágil, amazónico. También ayuda la confianza que hemos tenido en nuestros proyectos” (Guillermo Toledo).
El obedecedor (1999)
“Salieron diecisiete personajes. Se podría haber hecho con cinco actores, pero no, yo pensé –por llamar de algún modo a ese tipo de actividad mental– que mejor ser diecisiete en el escenario […]. Busqué un estreno rápido, sin tiempo para ensayar, para qué tomarse tiempo, pudiendo angustiarse. Una sesión golfa, de madrugada, viernes y sábados en el Alfil” (Alberto San Juan).
“Oscuridad ha habido siempre, en el fondo, pero aquello fue una debacle, personal y profesional, un Apocalipsis. La obra era larguísima, empezaba a la una de la madrugada y yo entraba en escena a la hora y media. Claro, yo estaba en mi casa, tirado en el sofá, medio sopa, y pensaba: ‘Dios, ahora el teatro’. Llegaba una hora después de empezar la función, la peña se mosqueaba y yo exigía respeto a mi forma de trabajar que era llegar a la hora que me salía de la punta de la polla” (Guillermo Toledo).
“Era terrorífico y a la vez lo pasábamos muy bien. Yo tenía un personaje muy bueno y lo disfrutaba mucho, salía al escenario con una despreocupación total por el resultado. Pero al mes o así, llegó un momento que no pude más, por conflictos personales, y le dije a Alberto: ‘Tío, yo me piro, no puedo soportar la función, ni la compañía, ni Madrid, ni España’. Le dije: ‘vente’, y él, que debía de estar deprimido porque casi siempre está deprimido, se vino. Dejamos empantanada la función y nos pasamos dos meses viajando por América Central. Supongo que al irme la situación se relajaría, porque yo estaba de mala hostia y estaba insoportable” (Guillermo Toledo). “Willy y yo huimos y la gente se mosqueó y yo defendí que el grupo, el colectivo, debía hacerse cargo de la tarea, sin depender de ningún responsable individual. Luego, fumando marihuana en un bosque frente al mar, en Nicaragua, nos confesamos un sentimiento amargo por todo aquello, por habernos ido mientras la gente seguía luchando por la obra, en el escenario, y entonces, como adultos que somos, lo que hicimos fue seguir fumando marihuana y así nos entraba la risa” (Alberto San Juan). “Aquí reside una de las contradicciones de Alberto. Tiene una noción muy familiar de las cosas, le gusta estar rodeado, y cuando ya ha reunido a todos, se angustia y se marcha” (Andrés Lima).
El fin de los sueños (1999)
Para El fin de los sueños, Animalario crea, por vez primera en su recorrido, un equipo de producción. Andrés [Andrés Lima, director] llama a Joseba Gil, productor ejecutivo con quien había trabajado en diversas ocasiones desde 1989: “Andrés me había hablado de ellos, de su entusiasmo, de su talento, y yo venía con ganas de conocerlos. Me convocaron en un local de Colón, para tener un primer encuentro de trabajo. Yo iba con el ordenador portátil, los papeles, y cuando llegué no había local, me estaban esperando en la acera. Habían quedado allí porque cerca había una manifestación para pedir que se juzgara a Pinochet. Yo dije: ‘Me parece estupendo, pero nos vamos a reunir, ¿no?’ ‘Sí, sí, tranquilo, pero vamos primero un momento a esto y tal’. Íbamos andando los cuatro por la calle, uno mirando para un lado, el otro mirando no se qué y yo hablando solo, con mi maletín y mis papeles, con todo el griterío de la manifestación, pensando: ‘Pero, ¿qué cojones de compañía es esta?’. No entendía qué hacía Andrés allí, no entendía nada. La segunda cita fue en un bar de Lavapiés. Me dije: ‘Bueno, no tienen local, mejor un bar que la calle’. Resultó que allí actuaba una amiga de no sé quién. Así que los papeles se quedaron una vez más en el maletín y el maletín a mis pies y yo cortándome las uñas, por aprovechar el tiempo, porque además era un espanto de espectáculo”.
“Antes no nos habíamos planteado relacionar hacer teatro juntos y ganarnos la vida con ello. Con El fin de los sueños decidimos que la gente trabajara en Animalario en condiciones dignas, con contrato, seguridad social, ensayos pagados y todo eso, dijimos: vamos a intentarlo” (Alberto San Juan).
“El infierno llegó al hacernos empresa. Aquel montaje era una cosa mastodóntica para nosotros, como hacer de pronto Cleopatra de Cecil B. de Mille. Nunca habíamos tenido pasta. Se trabajaba con cuatro duros y se repartía lo que se ganara y punto. También hubo polémica porque por primera vez pedimos subvenciones para hacer un espectáculo y yo no quería por cuestiones políticas, sobre todo por cómo se reparten las subvenciones. Pero bueno […]. En Barna, como no venía ni dios a vernos, se nos ocurrió montar un pollo en las Ramblas. Más que un pollo fue un cocido […]. Rosa María Sardá nos dejó su casa para cocinar y otra colega trajo de un restaurante de su familia un perolo gigante. Estuvimos toda la noche Alberto y yo con el cocido viendo Lawrence de Arabia en la tele, de madrugada, mientras hervían garbanzos como para cien personas. A la mañana siguiente, sin sobar y con la ropa de la función, nos fuimos los actores y los músicos, esos hijos de puta, y al grito de ‘Viva España’, para provocar, nos instalamos con el perolo en las Ramblas y nos pusimos a repartir cocido y vales de dos por uno para ir a ver la función. Lo único que conseguimos fue que los indigentes de la zona formaran una cola para pillar sopa. Nadie más nos hacía caso. Igualmente, les dábamos una hojita: ‘Vente al teatro, te invitamos’, y miraban la hojita: ‘Sí, sí, pero échame un trozo de carne…’” (Guillermo Toledo).
Alejando y Ana (2003)
Una mañana de sol radiante pero abrigo largo, Andrés y Alberto sintieron la infame sombra de la bandera española al cruzar la plaza de Colón (trescientos metros cuadrados de paño y cincuenta metros de mástil…). A fin de sentirse un poco mejor, descendieron al Centro Cultural de la Villa para visitar una exposición sobre el ejército español, instalada como reclamo para el reclutamiento y sumisión de jóvenes almas desorientadas. Alberto planteó después, respirando ya entre las casetas de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, en el paseo de Recoletos, la posibilidad de hacer un espectáculo sobre el pensamiento de derechas desde el punto de vista de la derecha, una exposición lo más objetiva posible del pensamiento dominante en el planeta […]. A los pocos días, efectivamente, Andrés llama a Alberto para tomar un café con Juan Mayorga y Juan Cavestany. Ambos aceptan la idea, pero dicen no imaginar cómo convertirla en espectáculo teatral. Unos días más tarde, otro café, Andrés llega con una revista del corazón bajo el brazo: el número especial de ¡Hola! dedicado a la boda de la hija de José María Aznar, por entonces presidente del gobierno de España.
“Cuando Alberto me propuso colaborar en un montaje sobre la derecha, no entendía nada. Pero al poco tiempo de empezar a reunirnos para intercambiar ideas primero, luego textos, luego más ideas y más textos, me di cuenta de que en realidad estábamos hablando de los mismo temas que siempre habían interesado a Animalario: básicamente las relaciones de poder, entendidas ahora en el ámbito del poder político y enmarcadas en un momento histórico muy concreto […]. Nunca pensamos que iba a convertirse en el fenómeno en que se convirtió, yo siempre tuve miedo de que fuera una función demasiado coyuntural, pero inevitablemente se trasformó en un organismo arrollador” (Juan Cavestany).
Los Goya
Marisa Paredes y Joaquín Oristrell, por entonces presidenta y vicepresidenta de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas, citan a Guillermo, Alberto y Ernesto en un restaurante. Les proponen ser los presentadores de la siguiente gala de los premios Goya. Proponen, además, que Andrés dirija la gala y se implique al colectivo Animalario para escribir el guión y hacer el espectáculo completo.
“Yo, según nos lo estaban diciendo aquel primer día en la comida pensé: lo vamos a hacer. Veía la cara de terror de Alberto y pensaba: esto hay que hacerlo, en la vida vamos a tener otra oportunidad de tres horas en directo en televisión” (Guillermo Toledo).
“El planteamiento era pasar de cualquier atisbo de glamour, cambiar descaradamente el esmoquin y el vestido largo por la estética que nosotros veíamos adecuada, la estética de la caravana del circo, de los cómicos ambulantes, de las botas roídas de Vladimir que, por cierto, Andrés no me dejó sacar” (Alberto San Juan). “Alberto y yo queríamos cachondeo (absurdo, puro y duro, barato, burdo incluso) y contenido político, y en esto segundo hubo mucha discusión, con el argumento de que no podíamos hacer un uso tan personal de una fiesta de toda la profesión. El día antes de la gala estábamos jodidos porque pensábamos que había quedado muy ligera en este sentido” (Guillermo Toledo).
“Para gestar la gala habíamos decidido muy conscientemente alejarnos del formato convencional de entrega de premios. Nos parecía que por muy cutre que resultara nuestra propuesta, nunca sería tan cutre como querer imitar a los Oscar. Así que nos dispusimos a defender un tipo de cutrez muy cercana a nuestro humor” (Juan Cavestany).
“Inevitablemente es un coñazo, y el nuestro lo debió de ser en parte, porque los Goya, en sí, son un coñazo. Yo creo que nos faltó tiempo para prepararlo más, faltó trabajo, pero en fin, llegamos hasta donde llegamos, fue otro paso más de aprendizaje. No es lo nuestro presentar galas de televisión, no es nuestro interés, pero fue algo curioso. Tuvo el valor de ocurrir en un momento social y político particular y para nosotros resultó una noche memorable” (Alberto San Juan). “Yo creo que hicimos una ceremonia mítica, pero más por el sentido artístico que por lo que luego pasó, que si lo piensas, no pasó nada, solo dijimos ‘No a la guerra’, no salimos a la calle, ni quemamos el Banco Central” (Guillermo Toledo).
Eduardo Campoy, entonces presidente de los productores cinematográficos, pidió el lunes siguiente la dimisión de Marisa Paredes como presidenta de la Academia. Los medios de comunicación con intereses cercanos al Partido Popular reaccionaron con violencia contra los cómicos por mostrar públicamente su rechazo a la guerra. Lo que sigue es un fragmento de una conversación telefónica entre Guillermo Toledo y Pilar del Castillo [Ministra de Cultura], ese mismo lunes, en el programa La ventana, de Gemma Nierga: (…) Del Castillo: “A mí me causó cierta perplejidad porque se trataba de un acto para entregar los premios al mejor cine. Además, se hizo un guión diferente al que se había entregado. Yo creo que está en la lealtad de la vida avisar de estas cosas”. Toledo: “Yo no soy leal al gobierno, por supuesto, pero hicimos el guión que habíamos entregado. Las reacciones de los premiados fueron del todo espontáneas, evidentemente. Lo que ocurre es que a este gobierno le duelen mucho las críticas y más en la televisión pública”. Del Castillo: “¿Qué pasa, que el cine español es el brazo armado del gobierno”. Toledo: “Armados no estamos más que de palabra y de imágenes. Los que se arman son ustedes, su gobierno, que ampara y financia la guerra”.
Alejandro y Ana
La compañía, aturdida y exaltada por los efectos secundarios de los Goya, se encierra nuevamente en la calle Discóbolo para ultimar Alejandro y Ana […] con grandes nervios, Animalario hace un pase de Alejandro y Ana, un solo ensayo general con público la víspera del estreno en Madrid […]. El preestreno resultó glorioso, el pánico se transformó en verdadero entusiasmo y la comunión colectiva distrajo al grupo de otra norma teatral: la segunda función nunca es buena…
Los nervios pudieron con los actores durante el estreno. Resultó una función tensa, llena de incidentes y sin soltura para manejarlos. Roberto vivió la pesadilla recurrente de cualquier actor: quedarse fulminante e irreversiblemente en blanco. Fue durante el monólogo, Sentido de la calle, en el que interpreta al chofer de José María Aznar. “El éxito del preestreno nos sacó a la calle hasta el día siguiente, nos emborrachamos y llegué a la noche del estreno hecho una piltrafa. Hacía aquel monólogo comiendo un sándwich, según estaba marcado. Nada más empezar, di un bocado muy grande y me atraganté. Me quedé sin respiración. De pronto no sabía quién era, ni dónde estaba, ni qué hacía allí […]. Tardé mucho en reaccionar y finalmente enganché una frase y llegué al final de cualquier modo, sin ningún sentido. Llegué a pensar en simular un desmayo. Nunca había sufrido algo así. Fue una hecatombe profesional y personal […]. No disfruté una sola función hasta dos meses después. Salir a escena me resultaba trágico […]. Mis compañeros me ayudaron a salir de allí. ¿Cómo? Riéndonos, de nuevo. Hacían chistes, se reían de todo aquello, me ayudaban a entender que no era tan terrible la posibilidad de fallar” (Roberto Álamo).
El primer día se agotaron las entradas para los tres pases y la compañía, recuperándose función a función del trauma del estreno, decidió prorrogar una semana. El 4 de marzo Aznar afirma que no quiere ver a España “en el rincón de los países que no sirven”. Días más tarde anuncia que España participará en las fuerzas de la coalición con tropas de apoyo. Prosiguen las movilizaciones ciudadanas contra la guerra. Por todo el país cuelgan sábanas de los balcones, carteles en las tiendas, chapas en los abrigos: “No a la guerra”. Las prórrogas en el Lady Ana fueron sucediéndose hasta llegar a los tres meses con aforo completo diario.
1. «porfavor me puedes `proporcionar toda la información posible que tengas sobre animalario te lo agradecería muchísimo porque necesito toda la información.
Soy estudiante de la universidad rey juan carlos de fuenlabrada, y tengo que presentar un trabajo el martes día 20 sobre animalario y he buscado desde noviembre en blogs , en su página web(animalario) hemos ido a su sede, les hemos llamado a todos los teléfonos de contacto que nos proporcionaron y nada les mandé correos... y sinceramente no se han preocupado por nada de hecho en su sede nos recibió una mujer que no podía atendernos mi correo es
isaac_69_neil@hotmail.com
POR FAVOR ENVIEME TODA LA INFORMACIÓN QUE PUEDA MUCHÍSIMAS GRACIAS.Un saludo Isaac»
2. «louis vuitton replica shoes »


