26.LDNM
- Oct-Dic 2007
Cómic
Civil War. Cuando el cómic mainstream se pone político
Guillermo Zapata
Un supervillano llamado Nitro provoca una gran explosión durante un enfrentamiento con otros seres superheroicos. Por el camino y como “daño colateral” se destruye la ciudad de Stamford y mueren 600 personas. Los superheroicos involucrados también mueren, salvo el propio Nitro y Speedball. El “incidente” hace que la población civil acuse a los superhéroes de excederse en sus funciones y ponerles en peligro. El Gobierno aprovecha para poner en marcha un proyecto de Ley que obliga a los héroes a revelar su verdadera identidad para poder controlarlos: la Superhuman Registration Act. Unos superhéroes se niegan. Otros superhéroes aceptan. La Guerra Civil ha comenzado.
Mainstream y política
“Creo que este plan nos dividirá; vamos a iniciar una guerra entre nosotros”
––Capitán América
Esta es la premisa que marca el punto de partida de la serie Guerra Civil (Marc Millar y Steve Mc Niven), que esta revolucionando el mundo de los cómics mainstream en Estados Unidos. Una lucha entre dos posiciones enfrentadas sobre la gestión de los derechos individuales y las decisiones colectivas. No es la primera vez que los conflictos sociales se expresan a través de los cómics más “comerciales”. Un ejemplo de ésta tendencia podría ser Dios ama, el hombre mata de Chris Claremont, incluido en la serie regular de los X-men, pero sigue siendo un número aislado. Aquí hablamos de algo distinto: el debate nacional se ha convertido en una marca que puede ser explotada comercialmente. Guerra Civil es al cómic lo que Battlestar Galactica a la televisión. La pregunta que queda en el aire es, ¿realmente se abre así un espacio de debate sobre cuestiones esenciales usando el noveno arte como mecanismo expresivo o nos encontramos ante una fina operación de mercadotecnia para convertir la “crispación” política y la división de los estadounidenses en un paraguas capaz de aglutinar a todo el mundo reafirmando de manera espectacular y simplista esa supuesta división nacional? La frase promocional en Estados Unidos lo decía todo “Guerra Civil ¿De qué lado estás?”.
¿Quién está detrás?
Los responsables de Civil War son el guionista Marc Millar y el dibujante Steve Mc Niven (Meridian, Los nuevos vengadores). Ambos son los responsables de los siete números que componen la serie a partir de la cual se empieza a remodelar el “universo Marvel”. Millar ya había hecho apuestas semejantes cuando se hizo cargo de The Authority o The Ultimates. El propio Millar explica así la idea de la serie: “Elegí tratar el ya clásico ‘dilema del superhéroe’ de un modo un poco diferente. La gente pensaba que eran peligrosos, pero no querían que fueran prohibidos, sino más bien que les pagara el gobierno federal, como pasa con la policía, y que estuvieran sometidos al mismo tipo de supervisión. Era una solución perfecta y nadie, al menos que yo sepa, la había planteado antes”. Ese es el punto de partida de la serie.
Cómic post 11-S
“Este es el fin de nuestra forma de trabajar, se huele en el aire”
––Daredevil
Si hay algo innegable es que Civil War es la primera serie de cómics post 11-S. Años atrás, los cómics que hacían referencia al atentado tenían dos características: el aglutinamiento amorfo y sensiblero de la industria en torno a la idea de “venganza”, con la impagable viñeta del Doctor Muerte llorando por la destrucción de una ciudad que él mismo había intentado destruir tantas y tantas veces como mejor ejemplo del absurdo; y una línea más independiente ligada al periodismo gráfico que intentaba reproducir en viñetas lo sucedido de forma extremadamente realista y concienzuda. El último ejemplo sería el cómic de reciente aparición con las conclusiones de la comisión de investigación en torno al suceso: El informe 11-S.
La narrativa post 11-S no recurre directamente al acontecimiento, pero sí a sus consecuencias. Plantea siempre un estado de excepción a partir de una catástrofe, desdibuja la idea de “enemigo” volviéndola porosa y empieza a lanzar preguntas cuyas respuestas dependen de la inteligencia, la ideología o la capacidad argumentativa. En cualquier caso, plantea un debate y Civil War es ese debate llevado a la máxima expresión.
“Creo que este plan nos dividirá; vamos a iniciar una guerra entre nosotros”
––Capitán América
Esta es la premisa que marca el punto de partida de la serie Guerra Civil (Marc Millar y Steve Mc Niven), que esta revolucionando el mundo de los cómics mainstream en Estados Unidos. Una lucha entre dos posiciones enfrentadas sobre la gestión de los derechos individuales y las decisiones colectivas. No es la primera vez que los conflictos sociales se expresan a través de los cómics más “comerciales”. Un ejemplo de ésta tendencia podría ser Dios ama, el hombre mata de Chris Claremont, incluido en la serie regular de los X-men, pero sigue siendo un número aislado. Aquí hablamos de algo distinto: el debate nacional se ha convertido en una marca que puede ser explotada comercialmente. Guerra Civil es al cómic lo que Battlestar Galactica a la televisión. La pregunta que queda en el aire es, ¿realmente se abre así un espacio de debate sobre cuestiones esenciales usando el noveno arte como mecanismo expresivo o nos encontramos ante una fina operación de mercadotecnia para convertir la “crispación” política y la división de los estadounidenses en un paraguas capaz de aglutinar a todo el mundo reafirmando de manera espectacular y simplista esa supuesta división nacional? La frase promocional en Estados Unidos lo decía todo “Guerra Civil ¿De qué lado estás?”.
¿Quién está detrás?
Los responsables de Civil War son el guionista Marc Millar y el dibujante Steve Mc Niven (Meridian, Los nuevos vengadores). Ambos son los responsables de los siete números que componen la serie a partir de la cual se empieza a remodelar el “universo Marvel”. Millar ya había hecho apuestas semejantes cuando se hizo cargo de The Authority o The Ultimates. El propio Millar explica así la idea de la serie: “Elegí tratar el ya clásico ‘dilema del superhéroe’ de un modo un poco diferente. La gente pensaba que eran peligrosos, pero no querían que fueran prohibidos, sino más bien que les pagara el gobierno federal, como pasa con la policía, y que estuvieran sometidos al mismo tipo de supervisión. Era una solución perfecta y nadie, al menos que yo sepa, la había planteado antes”. Ese es el punto de partida de la serie.
Cómic post 11-S
“Este es el fin de nuestra forma de trabajar, se huele en el aire”
––Daredevil
Si hay algo innegable es que Civil War es la primera serie de cómics post 11-S. Años atrás, los cómics que hacían referencia al atentado tenían dos características: el aglutinamiento amorfo y sensiblero de la industria en torno a la idea de “venganza”, con la impagable viñeta del Doctor Muerte llorando por la destrucción de una ciudad que él mismo había intentado destruir tantas y tantas veces como mejor ejemplo del absurdo; y una línea más independiente ligada al periodismo gráfico que intentaba reproducir en viñetas lo sucedido de forma extremadamente realista y concienzuda. El último ejemplo sería el cómic de reciente aparición con las conclusiones de la comisión de investigación en torno al suceso: El informe 11-S.
La narrativa post 11-S no recurre directamente al acontecimiento, pero sí a sus consecuencias. Plantea siempre un estado de excepción a partir de una catástrofe, desdibuja la idea de “enemigo” volviéndola porosa y empieza a lanzar preguntas cuyas respuestas dependen de la inteligencia, la ideología o la capacidad argumentativa. En cualquier caso, plantea un debate y Civil War es ese debate llevado a la máxima expresión.
Un fenómeno total
Civil War es mucho más que una serie de cómics de siete números. Es el equivalente industrial al modelo de programación televisivo dominante. Civil War funciona como un punto de partida a través del cuál se reconstruye todo el universo Marvel. Lo que ocurre en sus páginas (igual que lo que sucede en la gala de un reality show) tiene ecos en todas las demás series del sello editorial. Es más, la serie Civil War forma parte de un plan meditado y previsto para varios años. ¿De qué lado estará cada cual? ¿Que hará Spiderman? ¿Y Lobezno? ¿Y Tormenta? ¿Y Iron Man? ¿Y el Capitán América?
El cómic mainstream funciona como cualquier otra industria cultural y ha recibido una multitud muy compleja de señales y estímulos “desde abajo” en los últimos años. Del fortalecimiento de los neo-cons al “No a la Guerra”. Su apuesta no es, en realidad, una toma de partido sino más bien el despliegue de una serie de fuerzas en conflicto. Su intención no es desafiar al lector poniendo en cuestión sus planteamientos (sean los que sean) sino, por el contrario, actuar como un mecanismo de inclusión que reduzca la potencia de ese debate y nos devuelva un espejo donde cada cual encuentre su sitio.
En cualquier caso, no es necesario mostrarse cínico o plantearle muchos “peros” de partida a la propuesta. De hecho, cabe utilizarla como una vía para extrapolar una imagen realista del mundo en que vivimos. ¿Por qué, de pronto, la discusión entre opciones políticas es rentable hasta el punto de que Marvel la sitúa en el centro de su apuesta económica? Si la política se ha convertido en un logo, es tan utilizable como producto cultural como cualquier otra cosa. Si las posiciones en el debate público se han reducido a la categoría de cuotas de mercado, es lógico que alguien empiece a aprovecharlas como tales.
El cómic mainstream funciona como cualquier otra industria cultural y ha recibido una multitud muy compleja de señales y estímulos “desde abajo” en los últimos años. Del fortalecimiento de los neo-cons al “No a la Guerra”. Su apuesta no es, en realidad, una toma de partido sino más bien el despliegue de una serie de fuerzas en conflicto. Su intención no es desafiar al lector poniendo en cuestión sus planteamientos (sean los que sean) sino, por el contrario, actuar como un mecanismo de inclusión que reduzca la potencia de ese debate y nos devuelva un espejo donde cada cual encuentre su sitio.
En cualquier caso, no es necesario mostrarse cínico o plantearle muchos “peros” de partida a la propuesta. De hecho, cabe utilizarla como una vía para extrapolar una imagen realista del mundo en que vivimos. ¿Por qué, de pronto, la discusión entre opciones políticas es rentable hasta el punto de que Marvel la sitúa en el centro de su apuesta económica? Si la política se ha convertido en un logo, es tan utilizable como producto cultural como cualquier otra cosa. Si las posiciones en el debate público se han reducido a la categoría de cuotas de mercado, es lógico que alguien empiece a aprovecharlas como tales.
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