30.LDNM
- Abr-Jul 2009
Música
Jordi Oliveras (Indigestió): "Cuestionamos el discurso mayoritario del artista como genio romántico"
Víctor Lenore
Comenzó su actividad en los años noventa colaborando con las administraciones de Barcelona para dinamizar la actividad musical de la ciudad. Poco a poco, Jordi Oliveras ha ido creando espacios propios de reflexión cultural. El nombre de Indigestió reúne la revista Nativa (de pago en papel, gratis en su web), el Observatorio de Música de Barcelona (foro de debate con decenas de participantes) y el festival Hipersons (donde se reta a los músicos de la ciudad a actuar con planteamientos distintos a los habituales). "Son tres piezas que se complementan e influyen mutuamente y no iniciativas separadas", matiza. Lo último que la organización ha sacado a la palestra tiene mucha miga. Se trata de poner en entredicho la figura del artista como ser excepcional que elabora en solitario el producto de su genialidad. ¿Toda creación es colectiva? ¿Qué tiene que decir el público sobre la música? ¿Por qué siempre nos asociamos a la contra y casi nunca a favor del modelo cultural que queremos?
¿Qué os impulsó a empezar a hablar de la creación colectiva?
Indigestió no es parte de la administración pública, pero tampoco nos sentimos industria. Decidimos trabajar en la música al margen de las reglas del mercado y nos pusimos a pensar cuáles de esas reglas eran las que menos nos gustaban. Una de ellas era la idea del artista que se encierra en su estudio, elabora el producto de su creatividad interior y después nos lo presenta empaquetado y envuelto. Creemos que ese artista se nutre también del entorno en el que se mueve, de la música que escucha y del contacto con sus amigos. Nosotros empezamos a trabajar coincidiendo un poco con lo que llamaban indie en España, que creo que en parte era una perversión respecto al anglosajón. Aquí se asumía que el indie eran?organizaciones pequeñas que trabajaban para alimentar el gran mercado. A nosotros nos chirriaba. Tampoco estamos en contra del mercado, pero no es nuestra razón de existir. Buscamos una relación cercana con los artistas, influir en su evolución y quejarnos cuando conviertan demasiado en producto lo que están haciendo. Luego hay otra parte que es estrictamente política. Me refiero a plantear que las administraciones deberían hacer algo más que apoyar a los artistas. No se trata de considerarlos un gremio que merece apoyo, sino de reforzar el papel de los ciudadanos. En las tertulias que montamos dimos con gente del mundo del folk o la música clásica que nos dijeron que ellos también cuestionan la imagen romántica de la individualidad artística y que esa idea del genio solitario tiene mucho más predicamento ahora que en otras épocas de la historia.
¿Me pones un ejemplo?
El etnomusicólogo Jaume Ayats nos contaba cómo Mozart tuvo que reescribir El Mesías de Haendel porque cuarenta años después de su composición era impensable volver a tocarlo como se había concebido en su momento, tanto habían cambiado los gustos y los instrumentos. Eso choca con nuestra idea de obra y, en el caso de las partituras, con la suposición de que fijan para siempre la idea del compositor. Jordi Savall (violagambista, director y musicólogo) reivindica reiteradamente los niveles de libertad e improvisación que había en la música antigua para el intérprete, cuando la solemos suponer esclerotizada. Según dice, una misma pieza nunca sonaba igual. En cierto modo, sorprendente para nosotros, podemos encontrar amantes de la clásica con una idea mucho más libre, efímera y porosa de la música que la que tenemos en estos tiempos.
A algunos la idea de la creación musical colectiva les sonará extravagante.
Es un planteamiento que va a la contra del discurso mayoritario. El otro día vi el documental de Scorsese sobre Dylan y este conflicto se expone de modo superexplícito. Por un lado Dylan crece escuchando y copiando el folk estadounidense. Más tarde se desentiende de la ortodoxia de quienes le tomaron como estandarte. Cuando coge la guitarra eléctrica y dice "soy un joven rebelde" sigue asumiendo su rol como parte de algo colectivo: la juventud. Si piensas en muchos de los artistas que admiramos, la génesis de su arte está en reprocesar otras cosas y, en cambio, los acabamos recibiendo como grandes iconos individuales, como genios. Probablemente lo sean, pero deberíamos entender la genialidad como la capacidad de catalizar cosas que están en tu entorno más que como una virtud innata.
Me dijeron que en vuestro grupo de trabajo una de las muchas ideas que surgió fue la de subvencionar al público. En vez de dar dinero a un artista o un festival, dar un bono a la gente para que se compre lo que quiera. Yo imaginaba algo así cómo "todos los que vayan a más de veinte conciertos este año recibirán treinta euros para arriesgarse con algún artista con el que en principio no se atrevían".
Esa idea no fue mía y no podría ponerme a defenderla. Pero sí buscamos formas de dar mayor poder al público. Salieron más propuestas, como que debería haber algún tipo de política de encargos, que la gente formulara encargos a los músicos. No sólo que los poderes públicos les pidan sintonías para un evento deportivo o una inauguración. Detrás de esto de los encargos también está la afirmación de algunos artistas de que trabajar con límites puede ser más estimulante para su labor que ponerse ante un lienzo en blanco. También se habló de que en los organismos de decisión de política cultural se buscaran maneras de incluir voces que no fueran estrictamente las de los artistas y la industria. El grupo de trabajo sólo tuvo tres sesiones de tres horas cada una. No pudimos llegar a formular conclusiones, pero fue muy estimulante. La cultura no debería ser gestionada exclusivamente por la industria y los artistas. Esa es una interpretación gremial, como si dejáramos la preocupación por la naturaleza en manos de los payeses (campesinos) y las industrias contaminantes. La conciencia ecológica actual ha sido estimulada por organizaciones de ciudadanos que no tenían una relación directa de explotación con la naturaleza. Más bien la entendían como bien colectivo. Esta posición de no ser explotadores del filón y mirarlo desde fuera les da una capacidad distinta para ver las cosas.
En Madrid hay asociaciones culturales de oyentes de reggae o de country. ¿Crees que podría haber una asociación estatal de melómanos?
En las charlas hablamos de que faltaba la perspectiva de organización de consumidores, por ejemplo, a la hora de afrontar las condiciones de los festivales, o los precios de los conciertos, a diferencia de lo que ocurre con las tarifas del teléfono. Las organizaciones de consumidores las crean consumidores concienciados que se asocian (como los usuarios de Internet, por ejemplo) y después son atendidos por las instituciones cuando tienen fuerza. En general, decimos que hay tres patas: el mercado, las administraciones y la ciudadanía. La primera es la que arrastra, la segunda se deja arrastrar, y la tercera no ejerce, o lo hace muy silenciosamente. A las instituciones se les debería exigir más proactividad, proponer modelos y no sólo administrar siguiendo inercias, pero la ciudadanía también es totalmente responsable de cómo van las cosas. Volviendo a lo que decías, en Cataluña hay una asociación de blues bastante fuerte. El problema cuando nos juntamos a hablar con este tipo de agrupaciones es que están subordinadas al imaginario mercantil: nos dicen "nosotros fuimos los primeros en apoyar este tipo de música y acertamos porque ahora han acabado haciéndose famosos". Creo que tienen dificultad para defender lo que están haciendo como algo que tiene sentido en sí mismo y no como I+D de la industria musical. Hay muchas formas de oír música y no tenemos por qué renunciar a ellas. Por ejemplo, podrían hacerse conciertos de cinco horas en vez de quedarnos en hora y cuarto porque es lo que mejor encaja dentro de las reglas del mercado.
Otra idea que tenéis clara es que la gente se une en contra de algo en vez de a favor.
Eso lo hablamos mucho en el grupo de trabajo. Hacemos un paralelismo entre lo que buscamos nosotros y lo que buscan las ONG. ¿Por qué no podemos hablar de una organización no gubernamental en la cultura? Es motivador decir que el medioambiente se deteriora y que el mundo está en peligro y movilizarnos ante esto. O movilizarnos contra una guerra porque es injusta y muere gente. Dentro del ámbito cultural, como no hablemos de una lengua en extinción, parece que nada contiene estas dosis de alarma que nos lleva a asociarnos. Así, cuando ocurren cosas en la cultura es como respuesta a problemas de este tipo, no defendiendo enfoques constructivos sobre el modelo cultural que nos gustaría tener.
¿Os habéis planteado una hoja de ruta para intentar conseguir que el público tenga voz en las instituciones?
Estamos lanzando ideas al aire, haciendo más de Pepito Grillo que otra cosa. Cuestionamos inercias y planteamos qué pasaría si adoptáramos esta perspectiva, pero no tenemos las soluciones. Ahora han creado un Consejo de las Artes y si aceptaran un representante del público no sabríamos por dónde empezar a buscar. Parece evidente que la música popular tiene su origen en modos no elitistas y muy procedentes de lo colectivo. A mí me echa para atrás el discurso de que "la música es cultura". Al pie de la letra estoy de acuerdo, pero sospecho que se busca que el pop sea como la música clásica cuando, precisamente, si algún problema tiene la clásica es que se ha convertido en un lenguaje con prestigio pero que no acaba de funcionar. Evidentemente hay mucho que aprender de la música clásica, pero hoy se habla de este género como una especie de objeto que hay que venerar sin saber muy bien por qué. A veces tengo la impresión de que queremos un estatus intelectual de elite para la música popular y me parece una contradicción.
Carlos F. Heredero, el director de la edición española de Cahiers du Cinéma, dice que el problema de la prensa cultural en España es que no tiene capacidad para generar debate. Cuando leo Nativa, vuestra revista, me da la impresión de que estáis haciendo el trabajo que la prensa musical no hace.
A veces decimos que estamos intentando hacer periodismo de verdad, aunque no seamos profesionales. De vez en cuando le proponemos a un redactor un encargo: "mete la nariz en este tema y a ver qué consigues contar". Son encargos que no están haciendo los periódicos ni otras revistas, así que sí, hemos desarrollado algunas cosas en Nativa porque no las encontrábamos en otros sitios.
Cuando hablas de Indigestió usas el plural. ¿Quién más trabaja contigo?
Siempre hemos sido como mínimo dos en la oficina. Al principio estuvo Noemí Rovira, luego pasaron otros como Ángela Vázquez o Marc Lloret. Ahora está Cristina Tascón. Probablemente ellos contarían el proyecto de otro modo, esta distancia ha sido muy importante para que la cosa se mantenga y se construya. Xavier Alamany, el diseñador, es una persona con una relación un poco más lejana (trabaja en su estudio), pero también lleva muchos años participando. En cuanto al momento actual, puedo subrayar el celo de Cristina a la hora de preguntarse por las divisiones sociales en la cultura o el sano escepticismo que a veces muestra.
www.indigestio.com
Indigestió no es parte de la administración pública, pero tampoco nos sentimos industria. Decidimos trabajar en la música al margen de las reglas del mercado y nos pusimos a pensar cuáles de esas reglas eran las que menos nos gustaban. Una de ellas era la idea del artista que se encierra en su estudio, elabora el producto de su creatividad interior y después nos lo presenta empaquetado y envuelto. Creemos que ese artista se nutre también del entorno en el que se mueve, de la música que escucha y del contacto con sus amigos. Nosotros empezamos a trabajar coincidiendo un poco con lo que llamaban indie en España, que creo que en parte era una perversión respecto al anglosajón. Aquí se asumía que el indie eran?organizaciones pequeñas que trabajaban para alimentar el gran mercado. A nosotros nos chirriaba. Tampoco estamos en contra del mercado, pero no es nuestra razón de existir. Buscamos una relación cercana con los artistas, influir en su evolución y quejarnos cuando conviertan demasiado en producto lo que están haciendo. Luego hay otra parte que es estrictamente política. Me refiero a plantear que las administraciones deberían hacer algo más que apoyar a los artistas. No se trata de considerarlos un gremio que merece apoyo, sino de reforzar el papel de los ciudadanos. En las tertulias que montamos dimos con gente del mundo del folk o la música clásica que nos dijeron que ellos también cuestionan la imagen romántica de la individualidad artística y que esa idea del genio solitario tiene mucho más predicamento ahora que en otras épocas de la historia.
¿Me pones un ejemplo?
El etnomusicólogo Jaume Ayats nos contaba cómo Mozart tuvo que reescribir El Mesías de Haendel porque cuarenta años después de su composición era impensable volver a tocarlo como se había concebido en su momento, tanto habían cambiado los gustos y los instrumentos. Eso choca con nuestra idea de obra y, en el caso de las partituras, con la suposición de que fijan para siempre la idea del compositor. Jordi Savall (violagambista, director y musicólogo) reivindica reiteradamente los niveles de libertad e improvisación que había en la música antigua para el intérprete, cuando la solemos suponer esclerotizada. Según dice, una misma pieza nunca sonaba igual. En cierto modo, sorprendente para nosotros, podemos encontrar amantes de la clásica con una idea mucho más libre, efímera y porosa de la música que la que tenemos en estos tiempos.
A algunos la idea de la creación musical colectiva les sonará extravagante.
Es un planteamiento que va a la contra del discurso mayoritario. El otro día vi el documental de Scorsese sobre Dylan y este conflicto se expone de modo superexplícito. Por un lado Dylan crece escuchando y copiando el folk estadounidense. Más tarde se desentiende de la ortodoxia de quienes le tomaron como estandarte. Cuando coge la guitarra eléctrica y dice "soy un joven rebelde" sigue asumiendo su rol como parte de algo colectivo: la juventud. Si piensas en muchos de los artistas que admiramos, la génesis de su arte está en reprocesar otras cosas y, en cambio, los acabamos recibiendo como grandes iconos individuales, como genios. Probablemente lo sean, pero deberíamos entender la genialidad como la capacidad de catalizar cosas que están en tu entorno más que como una virtud innata.
Me dijeron que en vuestro grupo de trabajo una de las muchas ideas que surgió fue la de subvencionar al público. En vez de dar dinero a un artista o un festival, dar un bono a la gente para que se compre lo que quiera. Yo imaginaba algo así cómo "todos los que vayan a más de veinte conciertos este año recibirán treinta euros para arriesgarse con algún artista con el que en principio no se atrevían".
Esa idea no fue mía y no podría ponerme a defenderla. Pero sí buscamos formas de dar mayor poder al público. Salieron más propuestas, como que debería haber algún tipo de política de encargos, que la gente formulara encargos a los músicos. No sólo que los poderes públicos les pidan sintonías para un evento deportivo o una inauguración. Detrás de esto de los encargos también está la afirmación de algunos artistas de que trabajar con límites puede ser más estimulante para su labor que ponerse ante un lienzo en blanco. También se habló de que en los organismos de decisión de política cultural se buscaran maneras de incluir voces que no fueran estrictamente las de los artistas y la industria. El grupo de trabajo sólo tuvo tres sesiones de tres horas cada una. No pudimos llegar a formular conclusiones, pero fue muy estimulante. La cultura no debería ser gestionada exclusivamente por la industria y los artistas. Esa es una interpretación gremial, como si dejáramos la preocupación por la naturaleza en manos de los payeses (campesinos) y las industrias contaminantes. La conciencia ecológica actual ha sido estimulada por organizaciones de ciudadanos que no tenían una relación directa de explotación con la naturaleza. Más bien la entendían como bien colectivo. Esta posición de no ser explotadores del filón y mirarlo desde fuera les da una capacidad distinta para ver las cosas.
En Madrid hay asociaciones culturales de oyentes de reggae o de country. ¿Crees que podría haber una asociación estatal de melómanos?
En las charlas hablamos de que faltaba la perspectiva de organización de consumidores, por ejemplo, a la hora de afrontar las condiciones de los festivales, o los precios de los conciertos, a diferencia de lo que ocurre con las tarifas del teléfono. Las organizaciones de consumidores las crean consumidores concienciados que se asocian (como los usuarios de Internet, por ejemplo) y después son atendidos por las instituciones cuando tienen fuerza. En general, decimos que hay tres patas: el mercado, las administraciones y la ciudadanía. La primera es la que arrastra, la segunda se deja arrastrar, y la tercera no ejerce, o lo hace muy silenciosamente. A las instituciones se les debería exigir más proactividad, proponer modelos y no sólo administrar siguiendo inercias, pero la ciudadanía también es totalmente responsable de cómo van las cosas. Volviendo a lo que decías, en Cataluña hay una asociación de blues bastante fuerte. El problema cuando nos juntamos a hablar con este tipo de agrupaciones es que están subordinadas al imaginario mercantil: nos dicen "nosotros fuimos los primeros en apoyar este tipo de música y acertamos porque ahora han acabado haciéndose famosos". Creo que tienen dificultad para defender lo que están haciendo como algo que tiene sentido en sí mismo y no como I+D de la industria musical. Hay muchas formas de oír música y no tenemos por qué renunciar a ellas. Por ejemplo, podrían hacerse conciertos de cinco horas en vez de quedarnos en hora y cuarto porque es lo que mejor encaja dentro de las reglas del mercado.
Otra idea que tenéis clara es que la gente se une en contra de algo en vez de a favor.
Eso lo hablamos mucho en el grupo de trabajo. Hacemos un paralelismo entre lo que buscamos nosotros y lo que buscan las ONG. ¿Por qué no podemos hablar de una organización no gubernamental en la cultura? Es motivador decir que el medioambiente se deteriora y que el mundo está en peligro y movilizarnos ante esto. O movilizarnos contra una guerra porque es injusta y muere gente. Dentro del ámbito cultural, como no hablemos de una lengua en extinción, parece que nada contiene estas dosis de alarma que nos lleva a asociarnos. Así, cuando ocurren cosas en la cultura es como respuesta a problemas de este tipo, no defendiendo enfoques constructivos sobre el modelo cultural que nos gustaría tener.
¿Os habéis planteado una hoja de ruta para intentar conseguir que el público tenga voz en las instituciones?
Estamos lanzando ideas al aire, haciendo más de Pepito Grillo que otra cosa. Cuestionamos inercias y planteamos qué pasaría si adoptáramos esta perspectiva, pero no tenemos las soluciones. Ahora han creado un Consejo de las Artes y si aceptaran un representante del público no sabríamos por dónde empezar a buscar. Parece evidente que la música popular tiene su origen en modos no elitistas y muy procedentes de lo colectivo. A mí me echa para atrás el discurso de que "la música es cultura". Al pie de la letra estoy de acuerdo, pero sospecho que se busca que el pop sea como la música clásica cuando, precisamente, si algún problema tiene la clásica es que se ha convertido en un lenguaje con prestigio pero que no acaba de funcionar. Evidentemente hay mucho que aprender de la música clásica, pero hoy se habla de este género como una especie de objeto que hay que venerar sin saber muy bien por qué. A veces tengo la impresión de que queremos un estatus intelectual de elite para la música popular y me parece una contradicción.
Carlos F. Heredero, el director de la edición española de Cahiers du Cinéma, dice que el problema de la prensa cultural en España es que no tiene capacidad para generar debate. Cuando leo Nativa, vuestra revista, me da la impresión de que estáis haciendo el trabajo que la prensa musical no hace.
A veces decimos que estamos intentando hacer periodismo de verdad, aunque no seamos profesionales. De vez en cuando le proponemos a un redactor un encargo: "mete la nariz en este tema y a ver qué consigues contar". Son encargos que no están haciendo los periódicos ni otras revistas, así que sí, hemos desarrollado algunas cosas en Nativa porque no las encontrábamos en otros sitios.
Cuando hablas de Indigestió usas el plural. ¿Quién más trabaja contigo?
Siempre hemos sido como mínimo dos en la oficina. Al principio estuvo Noemí Rovira, luego pasaron otros como Ángela Vázquez o Marc Lloret. Ahora está Cristina Tascón. Probablemente ellos contarían el proyecto de otro modo, esta distancia ha sido muy importante para que la cosa se mantenga y se construya. Xavier Alamany, el diseñador, es una persona con una relación un poco más lejana (trabaja en su estudio), pero también lleva muchos años participando. En cuanto al momento actual, puedo subrayar el celo de Cristina a la hora de preguntarse por las divisiones sociales en la cultura o el sano escepticismo que a veces muestra.
www.indigestio.com
0 comentarios a Jordi Oliveras (Indigestió): "Cuestionamos el discurso mayoritario del artista como genio romántico"
ÚLTIMOS COMENTARIOS
«Please, while you gain information, [...]»
Dicho por Powerpoint Clicker
en 22.LDNM RAW format, the captive photo
«This is a nice post [...]»
Dicho por Hydronic Heating
en 22.LDNM RAW format, the captive photo
«Para todos los master. Vamos [...]»
Dicho por Dj el maestro carlos parrales
en 16.LDNM The Wu Tang Clan Manual (libro)
«Gracias por dejar publicar... [...]»
Dicho por Articulos Publicar
en 22.LDNM RAW format, the captive photo
«I am really not too [...]»
Dicho por solar panel Australia
en 22.LDNM RAW format, the captive photo
«Such a wonderful post. Thanks [...]»
Dicho por Eagan Fitness Center
en 22.LDNM RAW format, the captive photo
« Here typically chicken and [...]»
Dicho por ice maker
en 22.LDNM RAW format, the captive photo
«This is brilliant....:-)
Thanxs for posting [...]»
Dicho por DJ Vince
en 22.LDNM RAW format, the captive photo
«Have you ever thought about [...]»
Dicho por Powerpoint Clicker
en 22.LDNM RAW format, the captive photo
«COMPUTER REPAIR PORTLAND
In 2009, Nerds [...]»
Dicho por computer repair portland
en 22.LDNM RAW format, the captive photo









Otros artículos de Víctor Lenore (30)
- Velandia y La Tigra: "El burro es una tomadura de pelo, una chanza a las mafias que hay en Colombia"
- Calle 13. «Empecé escuchando Whitesnake, Van Halen y Stryper»
- Lucas 15. "Las canciones perfectas existen"
- Ruta del bakalao. Aquellos maravillosos años
- Los Carradine. «En España todo es Raimon o Nacho Vegas: lo que no se sufre no se disfruta, como las hipotecas»
- Tego Calderón. “Mi hijo se llama Malcolm X”
- La Banda Trapera del Río. Con punk las penas son menos.
- Favela funk. Los pobres también bailan
- TV On The Radio: “Los discursos de Malcolm X pueden aplicarse a la situación actual”
- Reggaetón: Cuarenta grados a la sombra
- Kuraia. "Los limitadores de volumen son nuestro mayor enemigo"
- Vicentico. Cadillac solitario
- Los precios de los conciertos. ¿El gran timo del rock and roll?
- Wu-Tang Clan. Micros, espadas y fajos de billetes
- Xavier Baró. "Lo que se conoce como 'cantautor' no me interesa"
- Steve Earle. El marxista tejano
- Sonidos del subsuelo. El underground estatal resucita con una nueva camada de grupos, entre arties, chic y freak.
- Riot Grrrl. Grite con ellas.
- La Buena Vida. "No somos nada comerciales: la gente prefiere el virtuosismo y las chicas que cantan fuerte".
- Divas de la pradera.
- Colectivo Austro-Húngaro: pequeña aristocracia pop.
- Creative commons. Otro copyright es posible.
- Bruce a pesar de Bruce.
- Paco Ibáñez reeditado.
- Hardcore, el punk que escapó del pozo del nihilismo.
- Nueva piel para el viejo folk.
- Apuntes sobre la resurrección de la movida.
- La decadencia del imperio pop británico.
- Chuck D: Demasiado negro, demasiado fuerte.
- Miedo a un planeta vaquero